El tiempo en: Costa Occidental
Lunes 25/11/2024
 

Cádiz

“Entrar en la cárcel es fácil, pero salir de allí es casi imposible”

Macarena, de La Viña de 41 años, cuatro y medio de ellos en prisión, relata cómo progresó hasta logar un empleo gracias CEPA, Fundación la Caixa y José Cepillo

Publicidad AiAndaluc�a Informaci�n
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
  • Macarena, con las técnicos de CEPA y José Cepillo. -

La timidez de Macarena al saludar se disipa con el humo del cigarrillo que fuma lentamente a la puerta de la sede del Colectivo de Prevención e Inserción Andalucía (CEPA) en Cádiz. Una vez que aplasta la colilla con el pie derecho, donde tiene ceñida al tobillo la pulsera telématica obtenida con el tercer grado que evita que tenga que dormir en prisión, y pide que pasemos al interior de las instalaciones, relata casi sin tomar aire y sin dramatismo los pormenores de una etapa tormentosa que pudo haber acabado prematuramente con su vida por su adicción a las sustancias estupefacientes.

“Pesaba 39 kilos”, recuerda, cuando un juez la condenó a seis años de cárcel por robo. “Si hubiera estado dos meses más en la calle, me muero”, admite. Vecina de La Viña,  separada, con dos hijos, la “buena niña, pero un poco malilla” entonces, asegura, recuperada el equilibrio, que estar entre rejas fue “una oportunidad que me dio Dios”. Durante el primer año y medio se dedicó “a estar a la bartola en el patio”, fumando algún que otro porro, y compartiendo el lento paso del tiempo con compañeras de toda calaña. Pero, paralelamente, comenzó a deshabituarse de las drogas.

La principal razón fue económica. Sin un céntimo, descubrió que las tres pastillas de metadona que le facilitaban podían reportarle 15 euros diarios si las vendía. Y con ese capital, uno tira en la cárcel con desahogo, puede tomar un café o comer unas patatas fritas a deshoras, y tener champú. Ahorradora, reunió lo suficiente para comprar una televisión para “el chabolo”.   El giro definitivo lo dio cuando se armó de valor para “ir al búnker” a preguntar por qué le negaban los permisos solicitados, dado que solo había visto a sus mellizos una vez en una visita fugaz a Puerto III. Los funcionarios le afearon que “estuviera siempre en la línea de fuego”. Y Macarena, que gasta orgullo del bueno, del que sirve para plantearse retos, “cabezota” y con un elevado concepto de la dignidad personal, cambió por completo. Limpia de cualquier estupefaciente, retó a que le hicieran un test en cualquier momento. Se ofreció como interna de apoyo en el Programa Marco de Prevención de Suicidios (PPS), por el que obtenía 110 euros. Y, tras pasar del módulo 13, conflictivo, al de respeto, se le metió entre ceja y ceja incorporarse al servicio de cocina.

Huelga decir que Macarena lo consiguió. Rodeada de hombres y advertida de ello, “dejé claro el primer día que la rubia no estaba allí para ligar”. Aunque, además de multiplicar el dinero que tenía guardado para el futuro y aprender el oficio, conoció al que hoy es su pareja.

En estas, se cruzó con Rocío López e Inmaculada Gómez, técnicas de CEPA para el desarrollo del Programa Reincorpora de la Fundación la Caixa en colaboración con el Ministerio del Interior para que las personas privadas de libertad encuentren empleo, e hicieron el resto. “Fui a buscar a Macarena porque los funcionarios me relataron los avances y sus capacidades”, apunta Rocío López. Y, aunque Macarena no estaba por la labor de pasar al tercer grado porque en la cárcel estaba ganándose la vida, acabó por aceptar el traslado al centro de inserción social con la fortuna de que no pasó ni un solo día en Guadalcacín porque le ofrecieron la pulsera telemática.

Paralelamente, José Cepillo, propietario del restaurante La Dorada en la calle Virgen de la Palma, le ofreció un contrato gracias a la mediación de la ONG. Cepillo, que conocía a la joven de 41 años desde que era una cría y con una de sus amigas en plantilla, se encontró con la dificultad de incorporarla al principio de verano. “Los internos en prisión no conocen las opciones que tienen y los trámites a veces son demasiado largos”, lamenta Inmaculada Gómez. Pero la convicción compartida por todos de que la reinserción, deber y derecho constitucional, es posible, se impuso. Macarena, que tramita la prestación por desempleo, mira a las dos mujeres y al hombre con gratitud mientras explican que “siempre hay que creer en una segunda oportunidad”. “Entrar en la cárcel es fácil, pero salir es casi imposible”, apunta Macarena. Su voluntad, y el compromiso de Rocío, Inmaculada y José hicieron posible que, además de salir de la cárcel, lograra la libertad”, concluye

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN