La verdad es que me gustaría iniciar este artículo con una breve semblanza de la presencia de Abengoa en la provincia de Huelva, asunto del que solo recuerdo unas dependencias en plena avenida de Martín Alonso Pinzón en la capital. Sí que al menos puedo hacer constar la vinculación de esta empresa con orígenes y/o sede central en Sevilla y por lo que se refiere a Huelva con la adquisición del hotel Fira, siglas de Fraga Iribarne y Rodríguez Acosta, dos grandes figuras del turismo nacional de los años 60, época en la que también dejó su huella en la singular playa lepera la Compañía Sevillana de Electricidad, construyendo en Las Cumbres similar residencia de descanso. El viejo hotel Fira, desde entonces convertido por Abengoa en residencia de descanso para sus empleados en La Antilla, a pocos metros del mar y hoy expectante y a la espera de que su propietario -si es que no se ha producido algún cambio de titular debido a la crisis de sus propietarios- tenga otra perspectiva de uso.
El hotel lo construyó un empresario llamado Mariano Toresano, muy conocido en Lepe y que según mis pesquisas continúa residiendo en la zona totalmente alejado de sus habituales ocupaciones en el variopinto mundo empresarial de esta parte del litoral onubense. Me comentaba mi amigo y también promotor y constructor de Lepe, hoy afincado en La Antilla, Juan Galvín, que el nombre primitivo del hotel Fira fue hotel Carabela… Las cosas así, y hablando con mi buen amigo Juan, salió a relucir esta preocupación por el estado de la residencia, un edificio que al pasar a manos de sus actuales propietarios amplió sensiblemente y por supuesto mejoró las instalaciones a pie de playa y con muchas actividades durante los meses de verano.
El edificio parece en buenas condiciones de conservación, al menos en sus exteriores, pero no pasa desapercibido el hecho o el peligro que corre con esa permisiva política de dejar las cosas como están en materia de okupas y dejando pasar a la ley, mirando hacia otro lado, como si la propiedad privada fuese desde no hace mucho un ‘bien’ de todos, que es lo que parece permitir el Gobierno actual. Increíble pero cierto -insisto- al permitir y/o hacer la vista gorda, por no emplear otra expresión censurable ante todo, y yo diría que intolerable por quienes ahora mismo y desde hace muchos años ostentan el poder a su manera…
Bueno, pero situémonos en el presente, ahora que Abengoa inicia un nuevo ciclo -es lo último que se dice- tras sortear la quiebra. Una lástima que esto ocurra con una empresa de más de 9.500 empleados y ejemplar por el simple hecho de una iniciativa de la que deberían tomar nota otros muchos grupos empresariales. Sí, dicen que está garantizado que la sede central de la compañía seguirá en Sevilla y, mientras Gobierno central, autonómico y Alcaldía sevillana han aplaudido la ‘nueva situación’, queda la incógnita del futuro inmediato de la residencia de empleados de La Antilla. Sí, cuándo reabrirá sus puertas, ahora que precisamente La Antilla no anda ‘demasiado’ bien en materia de alojamientos -¿por qué no asumirla el Ayuntamiento como hotel?- y en el supuesto de que estas instalaciones sean adquiridas por otra parte, nunca se debería contemplar el cambio de uso que hasta hace, no recuerdo ahora mismo cuántos años, para uso y disfrute veraniego de sus trabajadores.
Me decían conocidos de La Antilla que no se debía descartar el uso de las instalaciones como residencia para la tercera edad y, sobre todo, no seguir manteniendo el aparente estado de abandono parcial o no ocupación hasta ahora vigente. No sea que suceda lo mismo que con el famoso mamotreto de la playa, más de 43 años en estado de abandono e incluso okupado, un lamentable e incomprensible episodio de la historia de La Antilla que por fin, cual pesadilla para los propietarios de los alrededores, ha tenido final feliz con su derribo. Un motivo para no perder de vista a la residencia -hasta ahora- de Abengoa. ¡Ojo al dato!