Cerca de dos millones de alumnos volverán a comer este curso en los colegios y aproximadamente 300.000 entrarán antes o saldrán después del horario lectivo por necesidades familiares.
Esto puede convertir a la escuela en una segunda casa de algunos estudiantes si a las cinco horas lectivas se añaden otras dos o tres más por la comida y utilizar el horario ampliado.
El presidente de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), Pedro Rascón, indica a Efe que no se trata de más horario lectivo, jornadas maratonianas de estudio o de un currículum escolar más denso, sino de buscar la conciliación aprovechando las actividades de otro tipo que ofrezcan los centros.
Aproximadamente el 25% de todos los que cursan enseñanzas no universitarias de régimen general se quedan a comer en el colegio, según se deduce de las estadísticas oficiales.
Sin embargo, la distribución por etapas es desigual, pues cuanto más pequeños son los niños, en mayor proporción usan el comedor: el 41,35% de Infantil; 32,64% de Primaria; y sólo el 10,54% de Secundaria Obligatoria (ESO).
Como media, el 57% de los centros públicos y el 74,8% de los privados ofrecen servicio de comedor, que puede ser propio o contratado.
Este servicio “ayuda bastante a las familias”, reconoce Rascón, pero advierte de que la tendencia a la jornada escolar continua suele implicar la supresión del comedor.
También defiende que comer en el colegio tenga una parte educativa, de formación nutricional.
El Ministerio, en colaboración con las CCAA, acaba de publicar una guía de educación para la salud que dedica un capítulo a hábitos alimenticios.
Además, el proyecto de Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que el Consejo de Ministros aprobó el viernes pasado, establece que la oferta alimentaria de los centros escolares sea variada y adecuada a las necesidades nutricionales de los alumnos.
Los responsables de la supervisión de los menús serán profesionales acreditados y los colegios proporcionarán a los padres o tutores información detallada sobre ellos, así como directrices para que la cena sea complementaria.
En las instalaciones que lo permitan, se elaborarán menús escolares adaptados a las necesidades especiales de los alumnos que padezcan alergias e intolerancias alimentarias.
Un 25% de centros ofrecen horarios ampliados.
Vuelven a estar a la cabeza los alumnos de Infantil, ya que lo aprovechan en torno al 8%, mientras que son el 5% en Primaria y sólo un 0,6% en ESO.
Todas las horas tienen que ser útiles para los niños, insiste Rascón, aunque no sean académicas: “Hay que desterrar los aparcamientos de niños, las guarderías”.
Admite que esto cuesta dinero, pues supone la contratación de personal diferente del docente, y las familias tienen que abonarlo, aunque las administraciones asumen a veces una parte de lo que pagan las familias.
Rascón reclama un debate amplio sobre la jornada escolar con vistas a una distribución más equitativa de períodos lectivos y vacacionales.
Y sin olvidar la autonomía de los centros, pide que los expertos digan claramente “qué es mejor para los chavales”.