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Torremolinos

Torremolinos y su añorado Colegio de Huérfanos (8)

En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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Aquel inolvidable 12 de noviembre de 2001, por obra y gracia del Consistorio, abría de nuevo sus puertas en Torremolinos el que ayer fuera Colegio de Huérfanos de Ferroviarios. Lo hacía con otra denominación. En su nuevo bautismo el antiguo Colegio recibía el nombre de Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso. Declarado años atrás Bien de Interés Cultural por el Consejo de Ministros y catalogado como "Monumento" por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, el edificio en graciosa forma de avión, ya completamente restaurado y con la misma sólida estructura y los mínimos cambios en su distribución interior -los necesarios para los nuevos usos didácticos y artísticos a los que se le destinaba-, despertaba del ceniciento letargo en el que durante más de un cuarto de siglo andaba sumido. Era en verdad el glorioso despertar de la Bella Durmiente.

Cientos de antiguas alumnas acudieron puntuales y emocionadas, el 12 de noviembre de 2001, al solemne acto de reapertura de su añorado Colegio de Huérfanos. No importaba que el edificio resurgiera del olvido con otro nombre. Para ellas era el mismo entrañable Colegio que guió y mimó su párvula existencia, el mismísimo Hogar de su feliz infancia. Allí estaba encerrado todo su tierno ayer. Sus alegrías y penas, penas que se esfuman en el recuerdo, aún se movían, con eterno deambular, entre aquellas nostálgicas y albas paredes. Allí estaban, en el propio corazón del vestíbulo, el despacho de Doña Trini, la directora, y el despacho de Don Estanislao, el administrador. Detrás se abría el espléndido salón de actos, con su pequeña capilla, donde cada 11 de mayo hacían las niñas su Primera Comunión y donde no pocas de ellas, años después, celebrarían ilusionadas sus nupcias. En las viejas aulas que el tiempo no pudo arrebatar aún impartían su enseñanza Doña Dulce y las demás profesoras y monitoras. Allá arriba seguían los dormitorios y, abajo, la cocina, la enfermería, el costurero, el comedor… ¡El comedor! A través de su infinita y soleada galería aún se miran las niñas en el espejo azul y soñoliento del mar. Sí, todo en el Colegio respira ayer y todo lo ven con los ojos de su ayer las niñas que siguen siéndolo hoy, cuando el tren del tiempo ya está lejos de la cándida estación de la niñez y los mustios faroles de la morriña a duras penas mantienen encendida su tenue llama.

Al inaugurarse el Colegio de Huérfanos en 1935, Torremolinos dio un titánico paso en el aspecto educativo, pues con la apertura del nuevo centro vino a cuadruplicarse de golpe la capacidad escolar del pueblo. Pero Torremolinos avanzó con firme paso de gigante cultural al transformar la añeja Institución en acogedor Centro donde más de tres mil alumnos de todas las edades se benefician hoy de la Cultura en todas sus manifestaciones, particularmente a través de su bien surtida biblioteca, exposiciones de pintura y escultura y talleres de la Universidad Popular, en cuyas aulas pueden seguirse gratuitamente y con éxito cursos completos de informática, idiomas, acceso a la universidad, fotografía, pintura, corte y confección, cocina, manualidades y un largo etcétera. A ello debe añadirse, amén de otras y muy diversas excelencias culturales, la sobresaliente calidad de la instrucción musical que se da en la Escuela Elemental de Música, ubicada en la Casa de Cultura.
Sí, el espíritu del viejo Colegio de Huérfanos, en cierto modo padre-madre de nuestra cultura popular, late con fuerza en los corazones de ayer y de hoy.

Aquel Colegio de Huérfanos
(Poema de J. A. San Martín)

Aquel Colegio de Huérfanos
de nobles Ferroviarios,
viejo hogar donde la historia
llenó páginas de gloria,
aún pervive en la memoria
de las niñas del ayer.
Su albina fisonomía
de nuevo es luz y alegría;
otra es la distribución
y la denominación,
mas el mismo corazón
que todo vuelve a mover.
Sus muros guardan la esencia
de la divina presencia;
su comedor singular
barco es varado en el mar
y, tren que no ha de marchar,
su fachada y regio ser.
¡Cuántos ayeres dormidos
en estancias y pasillos!
¡Cuán pueriles ilusiones
y juguetes y canciones
y primeras comuniones!
¡Bodas de blanco querer..!
Aquel Colegio de Huérfanos
-padre, madre, hermana, hermano-
sigue siendo hogar y nido
con mimo y amor tejido,
añoranza sin olvido,
familia, escuela y taller.

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