Es una mala costumbre universal que al encontrarnos con amigos que no solemos ver muy a menudos saquemos a relucir esos kilos de más o menos que se suelen coger o perder por el paso de los años, dejadez o cualquier otra circunstancia que se desconoce en primera instancia. Reconozco que dichas expresiones suelen ser inofensivas y no van más allá de la expresión, pero que, si es el caso, como me ocurre a mí, que me he dejado ir y he pillado “unos muchos” kilos de más, pues me dejan con ganas de no verlos más y con esa frustración agónica que ni la he pedido ni era necesaria.
En general, los amigos, o no tan amigos, suelen utilizar este tipo de comentarios para llenar vacíos en la comunicación y evitar silencios incómodos, al ser un tema fácil de abordar, sin tener en cuenta el daño que se puede llegar a generar. En nuestra sociedad, el aspecto físico se encuentra muy ligado a la percepción que nos han implantado de perfección, de patrones físicos definidos que interiorizamos desde que tenemos uso de razón, dándole a la salud un papel secundario en este universo que han instituido y al que seguimos proporcionándole una importancia excesiva.
Particularmente, me toca las narices que mis kilos sean motivo de observación y comentarios, creado comparativas absurdas con otros yo de mi pasado o con esos estándares estructurados que tenemos que imitar, aunque nos vaya la vida en ello. Pues sí, estoy más gordo, inmenso, descomunal, tremendamente ancho y me salgo del propio “pellejo”, pero tengo mis propios espejos en casa, y una familia que me quiere, y que si así lo considera, ya me hará las pertinentes puntualizaciones sobre mi sobrepeso, mis entradas en el cuero cabelludo o las arrugas que empiezan a adornar mi piel.
Es hora de cambiar el guión, de restablecer esos valores y buscar otras alternativas más recurrentes y no seguirles el juego a las grandes marcas y multinacionales que nos minan la moral para sacar beneficios económicos. Mi opción siempre será: “Qué tal, amigo, me alegro mucho de verte”. Todo aquello que incida en el físico, sobra, y si no queda otra opción, miente como un bellaco, la honestidad en estos terrenos está sobrevalorada.