Es la ausencia que nos separa de Manuel Pérez-Casáux, un decenio por el que sus pasos cortos apoyados en un bastón dejaron de recorrer la distancia entre su casa y la cafetería donde nos reuníamos los jueves por la tarde para charlar de Literatura. Él y Juan Mena fueron los guerreros de tinta, así los bautizó Fini Martínez, que casi todas las semanas se batían en un amigable y bello duelo dialéctico hechizante.
Cuando se nos fue no nos sentimos abandonados porque ningún jueves se quedó sin referir alguno de sus ejemplos, sus consejos y tantas ocurrencias que hicieron reír y no tanto por su espontaneidad y franqueza. Reconocido poeta, narrador y dramaturgo, la mejor manera de recordarle es haciendo referencia no a sus obras sino a la forma en que estudió y analizó las obras clásicas al vincularlas con la realidad literaria actual, concretamente con el teatro del absurdo. El ejemplo más claro lo encontramos en La cena de los camareros, que responde a la definición, esto es, que la trama parece carecer de significado y sin embargo cuestiona la sociedad y lo humano.
Esta obra consta de un solo acto,escritocon un lenguaje sencillo y frases cortas, lo que imprime intensidad y contundencia a los diálogos a la vez que espontaneidad a los personajes, en este caso un camarero joven, otro viejo, otro triste y otro novato. Circunstancialmente, aparecen un comensal y brevemente una voz femenina. El argumento plantea el enigma humano, su destino y un final tan sorprendente como insoluble y funesto, característica que la asemejan a una tragedia griega.
Tanto en la lectura como en la representación, en La cena de los camareros encontramos rasgos que nos acercan a uno de los textos más influyentes sobre el género humano, La República de Platón y más concretamente al Mito de la Caverna, que nos presenta un modelo de ciudad donde predomina la justicia frente al desorden, la confusión y la perversión. Sin embargo, no nos dirige hacia una sociedad ideal sino a los remedios para construirla. Dividida en tres niveles, en el interior están los camareros, en el intermedio los comensales y en el término la muerte, simbolizada en el camarero triste, un corifeo que con la mirada y el gesto dirige este coro de profesionales mostrándoles la realidad: la muerte o la vida con sus necesidades y sus apariencias.
La cena de los camareros es el resultado de un estudio personal y riguroso, donde el análisis y la interpretación se conectaron al ingenio de Manuel Pérez-Casáux, un trabajo en el que el cincelado fue y será el medio que nos redescubre y recrea una obra clásica.
