Viene esta reflexión a raíz de lo que está ocurriendo con la famosa reunión del G20 para discutir y buscar remedios a la actual crisis económica mundial y el que el Presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero sea invitado o no a la misma, en función del peso específico que tiene en la economía mundial.
Antes de nada quisiera explicar un poco este lío de siglas que es lo de G7, G8 y G20. El primero, G7, se creó en el año 1976 y estaba formado por los entonces 7 países más ricos de la tierra. Este grupo pasó a denominarse G8 cuando Rusia se integró en el mismo en 1998. En el año 1999 se crea el G20, que está formado por los pertenecientes al G8 y una serie de países de los denominados emergentes.
Cuando inicialmente se dijo que a dicha reunión no podría asistir Rodríguez Zapatero, la derecha extrema y sus acólitos le responsabilizaron de no ser invitado con argumentos tales como: el no haberse levantado ante el paso de la bandera americana, en el desfile de las Fuerzas Armadas, el ser amigo de Venezuela, Bolivia y Cuba y su nefasta política exterior, lo que le habría granjeado la enemistad de los países poderosos. Con sus típicas formas torticeras y demagógicas, olvidaban mencionar que España no pertenece a ninguno de los citados grupos por lo que su no asistencia estaba justificada.
Claro que cuando se les recordó que, el que para lo de las guerras fuese el chico de los cafés de Bush, José María Aznar no consiguió nunca entrar en el G8 y que, con su habitual soberbia, no quiso pertenecer al grupo de los países emergentes que más tarde formarían parte del G20, comenzaron a retorcer a los argumentos.
Ante la firme decisión del presidente de España de estar en la reunión, para lo cual se empezaron a mover todos los canales diplomáticos, cambiaron el discurso, ahora tocaba decir que era lamentable la actitud española de estar mendigando el ser invitado, e incluso que España ya ni era la octava potencia económica.
Da pena que España tenga a sus principales enemigos dentro de ella, es tal el odio que tienen en sus entrañas que, con tal de desprestigiar, prefieren que España sea nada o se hunda, desgraciadamente les aterroriza que Rodríguez Zapatero consiga su propósito de ser invitado. De asco.
Por cierto, ya verán cómo de conseguirlo los argumentos pasarán a ser que fue ninguneado, o que no pintó o aportó nada y hasta que hizo el ridículo.