Mediante las aseveraciones que voy a realizar, creo que es posible tender algunos puentes de encuentro con el artículo de Argumentos retorcidos. Todos los analistas coinciden en que España como potencia económica ha bajado del puesto séptimo al catorce, al quince debido a factores productivos adversos. Esta realidad no nos alegra sino que invita a esforzarnos a recuperar los puestos alcanzados. Otra cosa diferente es que volver a estar entre los diez primeros, implica otros planteamientos en la política económica gubernamental.
En una segunda afirmación me atrevo a decir que sería muy difícil encontrar alguien que quiera que España no esté representada en Nueva York y que todos los esfuerzos que se hagan siempre parecerán pocos, creo que todos lo deseamos. Otra cosa sería no criticar al Gobierno porque no lo ha intentado hasta ahora con la suficiente eficacia.
La última tesis sería que desde Adolfo Suárez hasta José María Aznar, pasando por Felipe González y Leopoldo Calvo Sotelo, y hasta José Luis Rodríguez Zapatero, en su última etapa, todos han comprendido la importancia del que país se incorporara a las instituciones internacionales de mayor prestigio como el G-7 o G-8 según se utilice unos criterios u otros para definir al club, donde se agrupan estas potencias. A Zapatero sólo hay que achacarle que ha tardado cinco años en hacer las gestiones para pertenecer a las mismas. Además hay que reprocharle que se decide en el peor momento, cuando por potencialidad productiva se ha descendido desde el puesto octavo al quinceavo. Se ha perdido un tiempo precioso por una concepción ideológica equivocada, por la cual se pensaba que no era importante estar en el G-8 porque no representaba una especial ayuda para la economía española. Los enfrentamientos con los Estados Unidos por el abandono de la guerra de Irak y por la ofensa a la bandera cuando ZP no se levantó a su paso, junto con la ausencia del G-8, restaron valor en el concierto internacional. Ahora se quiere recuperar el tiempo perdido pero se hace en el peor momento en medio de una crisis tan profunda o más que la de 1929 azota al mundo.
Rodríguez Zapatero anda como alma en Halloween de aquí para allá a ver quién lo avala para ir a la dichosa cumbre de Nueva York, nadie se atreve porque el presidente George Bush no olvida las ofensas. Me recuerda aquel que ofendió a su vecino y después quería que lo invitaran a la boda de su hija. No hubo forma, su vecino no olvidaba la agresión recibida. Va a ser casi imposible que España asista a la cumbre de Nueva York, no porque la mayoría de los españoles no lo deseen, sino por las insolvencias de su presidente.
Hasta pronto gadiritanos.
ubaldox@hotmail.com