Hasta finales de este mes podemos disfrutar en la Sala de Exposiciones del Convento de Santo Domingo de ‘Silencios Efímeros’, una muestra del artista Antonio Córdoba. Sus paisajes y arquitecturas le definen.
¿Qué es ‘Silencios Efímeros’?
—Una muestra donde el pilar es el paisaje, un tema que últimamente tenía olvidado, puesto que estaba trabajando en otros temas como la figura humana. Cuando vine a Ronda a ver la sala y pensar el proyecto, tras dar un paseo por esta fantástica ciudad, la idea del ‘paisaje’ me vino a la cabeza. Una conexión entre Granada y Ronda; los pintores románticos como David Robert e incluso Washington Irving y sus Cuentos de la Alhambra... Empecé a buscar las cosas que me provocaran silencios, entendidos como emociones, aunque fueran efímeras, e intenté plasmar esas emociones para que no fuesen efímeras al espectador. Por eso lo de ‘Silencios efímeros’.
Otorga, según ha declarado, un papel esencial al espectador de su obra...
—El espectador es la parte más importante de una obra de arte. ¡Que haríamos los artistas sin espectadores! Yo pinto mis cuadros para aquel que los mira y se emociona con ellos. Porque el arte va mas allá de lo decorativo; todo el que piense que la pintura sólo sirve para decorar es un iluso, si no un ignorante. Yo siempre he querido que el espectador forme parte de la obra, pueda indagar en ella y cruzarla. Que incluso se sienta insignificante ante la grandeza de la arquitectura. Que cada vez que mire el cuadro descubra cosas nuevas, como si el cuadro tu viera alma, que la tiene. Esa es mi idea. Antes incluso de estudiar Bellas Artes y Arquitectura Superior, concebí el arte como parte del ser humano.
¿Qué técnica artística sirve mejor a ese encuentro con los espacios que nos rodean?
—Antes le daba mucha importancia a esa idea, pero ya ha cambiado. Lo más importante no es la técnica, sino la idea. La técnica se aprende, y sin ella sería imposible pintar, pero la idea se tiene o no se tiene. Un artista sin ideas no es artista. El artista cuenta cosas y emociona. Con todo, en esta muestra he utilizado el grabado, técnica mágica donde las haya, mi pasión desde siempre; los acrílicos, que me ayudaron a conseguir la impronta de un paisaje que en tan poco tiempo cambia de luz y de color; el óleo, para el detalle... Pero la idea es lo esencial.
¿Encuentra alguno de sus silencios en Ronda?
—Ronda es una ciudad preciosa, llena de magia y de encanto. Cuando paseas por sus calles transmiten silencios, donde, sin embargo, escuchas el pasado. Las gentes antiguas, las historias y leyendas románticas. Recuerdo que me senté en la Plaza del Campillo, mirando al Tajo. Cerré los ojos y escuche la música del agua que pasaba por el río y pensé cómo el agua, que parece siempre la misma, es diferente cada segundo. Como las personas. También recuerdo un músico, de fondo, con una guitarra que tocaba el Concierto de Aranjuez y el Romance Anónimo. Me sentí orgulloso de estar en ese momento allí. Ese ha sido uno de los silencios más bonitos que encontré en Ronda. Y cada vez que vuelva a esta ciudad me sentare en ese mirador a disfrutar del momento.