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Viernes 15/11/2024
 
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Sevilla

Polvo, sudor, hierro... y ganchillo, El Cid cabalga de nuevo

Polvo, sudor y hierro decía el poema épico 'Mio Cid', pero a esta imagen adusta y guerrera se le ha añadido hoy el ganchillo con la que la artista estadounidense de origen polaco Agatha Oleksiak está recubriendo la estatua del Cid Campeador en el centro de Sevilla

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Polvo, sudor y hierro decía el poema épico 'Mio Cid', pero a esta imagen adusta y guerrera se le ha añadido hoy el ganchillo con la que la artista estadounidense de origen polaco Agatha Oleksiak está recubriendo la estatua del Cid Campeador en el centro de Sevilla.

"No hay nadie como tú, mi amor", ha exclamado en perfecto español la artista, dirigiéndose al Cid labrado en bronce, antes de subirse a mediodía de hoy a una grúa elevadora de las empleadas para el mantenimiento del alumbrado público.

Con dos de estas grúas municipales ha contado Oleksiak para forrar a unos colosales Cid y a Babieca con retales multicolores de ganchillo, además de con una colaboradora y dos operarios municipales, que han seguido sus instrucciones.

La labor de forrado ha sido iniciada por la enorme lanza que Rodrigo Díaz de Vivar sostiene en lo alto, como arengando a sus tropas o en señal de fuerza ante el enemigo, antes de entrar en batalla.

Minutos antes de ascender en la grúa --la estatua, además de sus dimensiones, está aupada por un pedestal de granito de casi cuatro metros de altura--, la artista ha asegurado que aprendió por su cuenta la técnica del croché, ya que su abuela la desconoce, y ha bromeado con los periodistas diciendo que ésta es tan moderna que gasta sudaderas.

La estatua del Cid de Sevilla es obra de la escultora estadounidense Anna Vaughn Hyatt Huntington, y existen copias de esta obra en Nueva York, San Diego, San Francisco, Washington, Buenos Aires y Valencia, y su perfil aparece en un cortísimo plano de la mítica película "Ciudadano Kane", al inicio del filme, como una pieza de las colecciones de arte que atesoró el millonario protagonista.

Oleksiak, con un vestido de colores, botas rosas de punta, una chaquetilla roja inspirada en un traje de luces y en las que lucían los bandoleros imaginados por los viajeros románticos, con un pendiente en el labio superior y otro en mitad de la lengua, y con una preciosa melena rubia al viento, ha asegurado haber elegido la estatua del Cid porque este personaje es "una leyenda".

También por haber ganado una batalla después de muerto que debe ser, a su juicio, la meta de cualquier artista, o sea dejar obras perdurables, por más que ella se dedique al arte efímero y su "lenguaje" sea el ganchillo.

La artista, con un equipo de colaboradores voluntarios captados a través de las redes sociales, lleva haciendo ganchillo desde el pasado día 3, cuando llegó a Sevilla, pero ha asegurado desconocer cuántos metros cuadrados necesitaba --"soy artista, no sé de matemáticas", ha explicado--, si bien estaba segura de que han hecho de sobra, no en balde han trabajado incluso de madrugada.

La galería de arte sevillana Delimbo se ha encargado de la organización, el viaje y la estancia de la artista, y el Ayuntamiento ha colaborado y ha facilitado el permiso con el convencimiento de que acciones como ésta promocionan la ciudad y demuestran que "Sevilla sigue siendo fuente de inspiración para los artistas", según han dicho a Efe fuentes municipales.

Una de las razones por las que la estatua del guerrero cristiano está en Sevilla, presidiendo el enorme espacio abierto del Prado de San Sebastián, frente a la fachada en que se forjó otro mito, el de Carmen, en la antigua Fábrica de Tabacos, es que El Cid disfrutó de la hospitalidad del rey poeta Almutamid, cuando iba camino de Granada, de la que tornó victorioso como era su costumbre.

De esa circunstancia deja constancia una leyenda en el pedestal de la enorme estatua de Huntington, mientras que al otro lado hay grabadas en el granito una palabras de Ben Bassam, historiador y escritor musulmán que, nacido en Santarem (actual Portugal), vivió en la Península Ibérica en el siglo XII, y que dicen:

"El Campeador, terrible calamidad del Islam fue, por la viril firmeza de su carácter y por su heroica energía, uno de los grandes milagros del Creador".

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