Creo que la vida pública de José Jesús García Díaz, tan rica en quehaceres nobles y entrega al bien común durante medio siglo, podría resumirse en la dirección de la Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo de Sevilla, desde 1954 hasta 1988, durante treinta y cuatro años. Todo lo demás de su apretada biografía, es secundario, aunque un deber aceptado siempre de buena gana. Pero la Cabalgata de Reyes Magos era su vida, su razón de ser ateneísta desde los años treinta, siempre unido a los que llevaron el peso de hacer realidad el sueño de la más hermosa noche de la ciudad.
Por eso, cuando en enero de 1982 Enrique Barrero propuso a la dirección de ABC que lanzara la idea de que José Jesús García Díaz fuese nombrado “Hijo Predilecto” de Sevilla, este periódico lo hizo con mil amores y la apoyó durante más de un año. Nunca en la historia local sucedió nada igual. La propuesta editorial se publicó el día 7 de enero de 1982 y durante meses no cesaron de llegar cientos, miles de cartas tanto al Ayuntamiento como a ABC. Cartas que están todas archivadas gracias a Rafael Carretero y que representan la gratitud del pueblo de Sevilla para quien, al cumplir entonces más de veinticinco años como director de la Cabalgata, recogía el agradecimiento sincero, exultante, de padres que habían sido niños, de niños ilusionados de un cinco de enero ya lejano.
El contenido de las cartas, su múltiple procedencia social, de todas las Corporaciones, Academias, Colegios profesionales, Hermandades, colegios de EGB, Institutos, ¡qué sé yo!, toda la Sevilla real, fue publicada en ABC y enriquecieron la propuesta. Pequeños y mayores pedían más que el título de “Hijo Predilecto”; pedían una calle o una rotonda en el parque, y un homenaje multitudinario de los niños de Sevilla y de los que fueron niños a lo largo de un cuarto de siglo. Y así, todo el año 1982.
El 29 de diciembre del citado año, el pleno del Ayuntamiento no quiso conceder lo que la Sevilla real había solicitado. Había votos más que suficientes y legales con los de UCD y PSA, pero el PSOE anunció su abstención, ni fú ni fá, y el PCA fue más allá y anunció su voto negativo. El entonces alcalde no presentó la propuesta por falta de consenso total. Lo que a nosotros, pero sobre todo a Pepe García Díaz, nos dejó decepcionados.
José Jesús García Díaz había tejido en paralelo a su ateneísmo otras actividades, profesionalmente en la Compañía Sevillana de Electricidad, y por vocación de servicio al bien común, fue concejal sevillano y presidente de la Feria de Muestras Iberoamericana. En todas partes dejó huella de honestidad y de hombría de bien.
Pasaron doce años y nadie volvió a plantear propuesta alguna para dar cauce a la petición masiva de los sevillanos. La deuda de gratitud sigue pendiente, en parte. Después, algunos dirigentes socialistas y andalucistas han sido reyes magos. El Ateneo jamás tuvo en cuenta el desaire. Y José Jesús García Díaz no tenía en su corazón, pese a ser tan grande como la catedral de Sevilla, sitio para el rencor. Ni una sola palabra de reproche salió nunca de sus labios. Pero en sus ojos, a veces, asomaba una pizca de amargura.
Dios le compensó con creces con una mujer y unos hijos y nietos que se entregaron a cuidarle sin límites, agradecidos por la única y más grande herencia recibida: su testimonio de vida humilde y de entrega a los demás. Don José Jesús fue, por encima de todo, un hombre bueno. Y honrado a carta cabal. Los sevillanos así lo reconocieron siempre. El Ayuntamiento, no quiso hacerlo en su momento. Después de su fallecimiento, en la segunda mitad de los años noventa le fue concedida a García Díaz una calle en Sevilla.