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Sábado 16/11/2024
 

Arcos

“Las fronteras no delimitan el amor, no hay que mudar de patria ”

La escritora Luisa Fernández Cuéllar vive en Jerez y da clases en la Universidad de Cádiz. Ha publicado recientemente en la revista de poesía \'Piedra del molino\'

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  • Luisa Fernández Cuéllar. -

Creció con la música. Su mismo nombre se lo debe a la famosa zarzuela "Luisa Fernanda". Creció con la música y ahora escribe con una prosa musical también, evocadora, plagada y cuajada de recuerdos, de remembranzas de un México antiguo, casi irrecuperable.

—En los años 2010 y 2012, en la editorial "Canto y cuento" que dirige el poeta jerezano José Mateos, ha publicado usted sus libros "Moneditas de oro" y "Un encuentro en Nueva York", ambos plagados de destellos, de recuerdos de su infancia y juventud en México. Háblenos un poco de estos dos deliciosos libros.
—El libro "Moneditas de oro" lo empecé a escribir en el Taller de Creación Literaria de José Mateos. Fue él quien me dio la idea de ir recopilando recuerdos de mi vida en México. Nunca pensé en publicarlos, pero una vez que hubo material suficiente, algunas personas que lo conocían me animaron a hacerlo. Yo pensaba que carecía de interés  para el público porque son relatos personales, pero los amigos me hicieron ver que hay cosas que son universales. Todos tenemos una madre, un padre, unos abuelos, unas tías, y esto nos une como seres humanos. Así fue como llegó a publicarse y afortunadamente ha gustado mucho. El otro libro, "Un encuentro en Nueva York" es la historia de una mujer que recuerda un amor que vivió en esa ciudad muchos años atrás. La protagonista va haciendo recuento de su vida a través de episodios que la marcaron y que la hacen replantearse el sentido de su existencia. Es un ejercicio en el que ella se ve a sí misma sin retoques ni justificaciones y reflexiona sobre su lugar en el mundo. El hilo conductor es aquél amor que vivió entre los rascacielos y que aunque no tuvo el final que los protagonistas hubieran deseado, logró trascender y hacer que ella en lugar de sentirse infeliz, agradezca lo vivido y lo utilice para seguir adelante.


—En Arcos es conocida por su conferencia sobre la Virgen de Guadalupe. Con ella nos aclaró usted muchas dudas e incorrecciones sobre esta devoción. Porque no son lo mismo la Guadalupe mexicana y la española, ¿no es así?
—Efectivamente Pedro, la devoción de la Virgen de Guadalupe de México no tiene nada que ver con la de Extremadura. Se trata de una devoción nacida cuando apenas habían transcurrido diez años de la Conquista Española y los indígenas mexicanos se encontraban sometidos a una cultura diferente que no solo no aceptaban sino que tampoco comprendían. La Virgen de Guadalupe, con toda su dulzura de madre, viene a conciliar esos dos mundos enfrentados: el español y el mexicano. Gracias a ella se pudo caminar hacia un futuro más digno, resaltando lo mejor de ambas culturas. El pueblo de México la venera desde que se apareció al indígena Juan Diego en el año 1531 y gracias a ella fue posible que el mestizaje entre españoles e indígenas fuera aceptado como el inicio de una nueva etapa, ya que ella misma tiene un rostro mestizo. El fenómeno Guadalupano hay que abordarlo con rigor histórico y no con milagrería barata. La Señora nos dejó su imagen, misma que es un códice que los indígenas mexicanos del siglo XVI supieron interpretar y que fue el inicio de la evangelización en todo el continente americano. La Virgen de Guadalupe forma parte de la historia de México. Su santuario, donde se conserva el lienzo en el cual estampó su imagen, es visitado anualmente por más de veinte millones de personas. Es un lugar al que concurre el que cree pero también el que no cree. Es un milagro que se repite todos los días y que no deja indiferente a nadie.


—Además de por esa conferencia, que luego se ha repetido en Algar, usted es conocida en Arcos por los haikus que ha publicado en el último número de la revista "Piedra del molino" ¿Le ha agradado publicar en esta revista tan arcense?
——Sí, ha sido una experiencia muy gratificante. Me alegré mucho cuando me comunicaron que iban a publicar mis haikus. Creo que "Piedra del Molino" es una muestra de que es posible que la cultura resulte accesible al público en general. Jorge de Arco está haciendo una labor  encomiable con esta publicación, sobre todo en un mundo que tiende cada vez más a lo superfluo y a lo transitorio. Es importante decir en voz alta que la cultura no puede quedar al margen del devenir de una sociedad, ya que es un pilar al que el ser humano necesita aferrarse para echar raíces, crecer y luego trascender. La presentación del número de la revista en el que participé también es digna de mencionarse, teniendo como marco la maravillosa Capilla de la Misericordia, que la noche del 30 de mayo fue literalmente tomada por los poetas.


—Del taller de creación literaria de José Mateos han salido y están saliendo poetas y escritores muy logrados. ¿Cuál es el secreto?
—No sé si haya un secreto. Lo que te puedo decir es que dejarse llevar de la mano de una persona de la estatura de José Mateos es una gran experiencia. Aprender de él, escucharle, leerle y seguir sus indicaciones es enriquecedor. Desde luego que también tiene que haber talento en los escritores. Un talento que debe utilizarse en la promoción de la buena literatura. Atrás de las publicaciones de calidad hay un gran trabajo que solo un lector avezado puede vislumbrar y que no debe prostituirse en pos del dinero. Aunque también necesita el reconocimiento de los lectores, mismos que deben aprender a distinguir entre lo meramente desechable y lo permanente.


—Usted tiene un amplísimo conocimiento musical, heredado de su familia. Su mismo nombre, Luisa Fernanda, se le puso por la popular zarzuela del mismo nombre. También habrá oído miles de veces eso de "Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti". ¿Se piensa mucho en México desde este Madrid pequeñito que es Jerez, donde usted reside?


—Como bien mencionas, llevo este nombre por la zarzuela "Luisa Fernanda" que era la preferida de mi abuelo, quien me introdujo en el mundo de la música a través de su violoncello y de su cariño. Luego seguí caminando por la ruta que me marcó y toqué durante quince años en una Orquesta de Pulso y Púa dirigida por un profesor y amigo entrañable llamado Francisco Belgodere, hijo de andaluza pero nacido en México. Durante esos años toqué la guitarra y el laúd. Interpretábamos música española. En ciudad de México dimos innumerables conciertos que hoy forman parte de una grata memoria. Tocamos en sitios emblemáticos como el Castillo de Chapultepec, en salas de conciertos, en teatros y hasta en templos que son joyas de la arquitectura colonial como el Templo del Carmen de San Ángel, con su maravilloso retablo. También hicimos giras por Centroamérica, en Nicaragua tocamos en el teatro Rubén Darío, siempre bajo la batuta de Belgodere, a quien cariñosamente llamamos "Paco", gran maestro de música y de historia del arte, pero sobre todo de vida. Respecto a tu pregunta sobre si en Jerez se piensa mucho en México, como dice el hermoso chotis del compositor mexicano Agustín Lara, creo que más que pensar en ese país se le siente palpitar en el alma. Se piensa en el hoy y en el mañana. El hoy está afincado en Andalucía, es un hoy de casas blancas encaladas, de callejuelas y cuestas, de afectos encontrados aquí, ya irreemplazables. El mañana se asoma esquivo pero deja ver su perfil andaluz. Los días se desgranan con sabor a Andalucía, con olor a mar andaluz, con luz de sol español. El concepto de "patria" se amplía, cruza los mares, abarca las dos orillas. Las fronteras no delimitan el amor, no hay que mudar de patria. Basta con ver cómo el mar que besa a Cádiz viene de besar a Veracruz y viceversa. El Atlántico, como un amante, va y viene en un interminable cortejo entre ambas tierras. Estoy en casa.


—Ejerce usted su profesión en la Universidad de Cádiz. ¿Nos habla del momento universitario que vivimos?
—La crisis que se está viviendo hace que los universitarios de hoy tengan un futuro incierto que les afecta. Pero del que también pueden aprender grandes cosas, como la paciencia, la templanza y la esperanza. Viven en un mundo dominado por la tecnología que desde mi punto de vista no es suficiente para convertirlos en los profesionales que tienen que llegar a ser para sacar adelante este país. Los jóvenes egresados de nuestras universidades deben estar capacitados para actuar de acuerdo con unos valores éticos que se fomenten en todos los ámbitos. Y esto no se aprende con ningún sistema informático ni descargándose una aplicación. Se aprende, entre otros medios, introduciendo en las aulas todo aquello que desarrolle al estudiante como persona y le recuerde su responsabilidad social, evitando así el vacío existencial que puede aparecer cuando solo se cuida el continente y no el contenido.


Debemos impedir que nuestra juventud naufrague en la aridez de la ignorancia y el desaliento. Recuerdo que al egresar de la universidad, el Rector me entregó una carta en la que me decía  que en el ejercicio de mi profesión debía  "en todo, amar y servir".  Pues eso mismo me gusta transmitirles a mis alumnos.

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