La política en la que creo es compromiso. Se sustenta en los proyectos y en el trabajo duro. Tiene como gran objetivo impulsar mi ciudad, aportar soluciones, avanzar hacia la prosperidad que todos los gaditanos ansiamos para nuestra tierra.
La recuperación de Valcárcel ha sido uno de los retos y obsesiones que siempre he tenido en la cabeza. Cuando contemplaba ese majestuoso edificio en el abandono, también veía las oportunidades perdidas que atesoraba, el potencial que se quedó encerrado en aquellas paredes, el tiempo que pasaba para un edificio al que su barrio esperaba para volver a darle vida.
Todas estas ideas transformadoras, ilusionantes, desordenadas, desembocaron en un proyecto al que llamamos el ‘cinturón universitario’, con Valcárcel como protagonista. Lo recuerdo con gran cariño. Fue uno de los primeros que parimos. Nació como resultado del trabajo y el esfuerzo de muchos compañeros que pusieron lo mejor de sí mismos en él. Todo medido, todo estudiado y un propósito claro: la recuperación del edificio y la vuelta de Ciencias de la Educación a Cádiz.
Pero nuestra ciudad ha sufrido muchos desengaños y la credibilidad de la política está por los suelos. Fue precisamente esa la realidad con la que nos topamos cuando recorrimos los barrios de La Viña, El Mentidero y El Balón para explicar el proyecto. Nuestra ilusión se chocaba permanentemente con la incredulidad de unos vecinos que ya habían escuchado demasiadas promesas vacías. A día de hoy, es en ellos en quien más pienso al haber podido cumplir con nuestra parte. Ningún compromiso es tan fuerte como el de la palabra dada.
La política es hacer. Por eso, cuando los compañeros confiaron en mí para representarlos en la diputación provincial, sólo pensaba en qué aportaría yo a mi ciudad, cómo le sería más útil, de qué manera podría contribuir a desarrollar ese Cádiz con la que todos soñamos. Y, entre otros muchos retos, mi corazón y mi cabeza, como siempre, miraron a Valcárcel.
Trabajo duro, diálogo, consenso, horas y horas de reloj, también eso es la política. Desde el principio conté con la confianza, el apoyo y la ayuda de la presidenta, Irene García, y también de mis compañeros diputados. Siempre os estaré agradecido.
A partir de ahí, reuniones y negociaciones para desatascar lo que durante muchos años se había convertido en un imposible. Fórmulas, ideas y proyectos para lograr satisfacer las inquietudes de todas las partes. Compromisos que, poco a poco, llegaron de todas las instituciones para resucitar a ese precioso gigante. Hasta que, de repente, todo encajó. El sueño tomaba forma. Lográbamos la cuadratura del círculo: la recuperación de Valcárcel, la vuelta de la facultad de Ciencias de la Educación, y el nacimiento, por fin, del hotel en La Viña.
Reconozco que, como a la mayoría, la burocracia también me desespera. Una vez que habíamos llegado hasta aquí, quería que todo fuera lo más rápido posible, ansiaba que la maquinaria se pusiera en marcha, me sentía como un niño pequeño a la espera de ver el resultado. Pero ya sabemos que lo bueno, siempre se hace esperar.
Por fin, esta semana,el Pleno de la Diputación ha hecho efectiva la cesión de Valcárcel a la Universidad de Cádiz. Ha sido un momento emocionante para todos los que hemos participado de esta ilusión. Una de las grandes satisfacciones de la vida, y también de la política, es sentir que cumples con tus compromisos, que el trabajo duro da sus frutos, que eres útil para tus vecinos y para la ciudad a la que tanto quieres.
En unos años, cuando contemple el antiguo hospicio del siglo XVII, y vea en él la vida que le regalan estudiantes y turistas; cuando sea testigo de la alegría de su barrio; cuando las oportunidades traspasen sus paredes; disfrutaré de la enorme satisfacción de haber podido poner mi granito de arena. De haber luchado sin descanso por lo que creía. De haber visto cumplido un sueño.
A los que continuáis con el proyecto, mimadlo. Ya sabéis que contáis conmigo para seguir haciéndolo grande. A los que me habéis acompañado en esta ilusión, gracias de todo corazón.