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Jueves 14/11/2024
 

Jerez

“Es difícil reconocerte alcohólico, porque el alcohol está bien visto”

A los asiduos a Alcohólicos Anónimos les une el infierno por el que pasaron, pero también la alegría al dejar de beber. Su organización cumple 83 años

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  • Tres integrantes de Alcohólicos Anónimos con folletos de la organización -

De Bill solo nos queda su nombre de pila. Sabemos que era corredor de bolsa en el Nueva York del crack del 29 y que terminó refugiándose en la bebida. Unos años más tarde, en 1935, coincidió con otro alcohólico y de aquella conversación surgió el germen de lo que hoy conocemos como Alcohólicos Anónimos. Este fin de semana se celebran 83 años de aquel encuentro. Desde entonces hasta ahora, la organización está presente en 180 países y cuenta con la participación de tres millones de personas en los 115.000 grupos en activo. En España, donde se fundó el primero en 1955, hay actualmente unos 600 grupos, entre ellos los cinco correspondientes a Jerez, cuyos orígenes se remontan al año 1980: una monja que veía en el hospital a diario el problema de personas ingresadas a causa del alcohol, se puso en contacto con el grupo existente en Málaga y acudieron a su llamada. 

Alcohólicos Anónimos

“Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”. La frase se corresponde con el primero de los doce pasos que debe asumir cualquier persona que acuda en busca de ayuda a Alcohólicos Anónimos.

“Nuestra labor es dar la información sin esperar nada a cambio”, explica Carlos, integrante de uno de los grupos de Jerez. “El único requisito que ponemos a quien viene a las reuniones es que quieras dejar de beber, si no, no les podemos ayudar. Una vez ha recibido la información ya depende de él”. Y esa información incluye asimismo un programa de vida, que son los 36 principios básicos por los que se rige su funcionamiento: los 12 pasos, las 12 tradiciones y los 12 conceptos. Cada grupo tiene su funcionamiento, trabaja con sus compañeros, y todos forman parte del Area 19, que abarca la provincia de Cádiz y Ceuta -hay 26 grupos en toda la provincia-, aunque también acuden a la cárcel y al hospital, donde cada mes ubican un estand de información.

“Somos anónimos, pero no secretos. Lo importante es que quede constancia de nuestra existencia y de la de nuestro teléfono 606210001, que siempre está atendido por un compañero”, subraya Carlos, quien recalca que “lo que celebramos son reuniones, no tertulias, y de 90 minutos de duración, ni uno más”.

Y el objetivo de esas reuniones pasa por “tratar de aumentar la autoestima de quien entra por la puerta, de que recupere la confianza”, expone José, perteneciente a otro de los grupos de Jerez. 

“Entre nosotros no hay diferencias de clase, de edades -matiza Carlos-, el que tiene problemas con el alcohol es siempre bien recibido, ya sea una mujer, un cura, un abogado, un médico... porque cuando van allí son un alcohólico más, y eso muchas veces es digno de admirar. Ahora, por ejemplo, están viniendo cada vez más mujeres”. En realidad, su porcentaje (25%) es muy inferior al de los hombres, mientras que el perfil tipo del asistente a las reuniones señala una edad media de 46 años y un 24% de jubilados.

“Quienes acudimos a Alcohólicos Anónimos lo hacemos por compartir una experiencia mutua, no solo porque bebes, sino por lo padecido mientras bebíamos. Lo que hacemos no es terapia, sino reuniones de grupo en las que se comparte el dolor y la esperanza”, confiesa Carlos, quien reconoce que la primera vez que acudió a su grupo se presentó como “bebedor social; y no es así: soy Carlos y soy alcohólico”.

“Nos basamos en la experiencia de quienes acuden a las reuniones, porque has tenido que pasar por el infierno , tocar fondo, para ver después la diferencia con la vida sin beber alcohol. Hay una vida, y te la da Alcohólicos Anónimos con su programa. Esto no es un vicio, es una enfermedad que sabemos que no se cura, pero que se para. Yo soy alcohólico y lo seguiré siendo hasta que me muera, siempre y cuando no coja una copa de nuevo y vuelva al infierno anterior”.

David es un asiduo a las reuniones  -“es mi templo”, dice-  y destaca que “lo bueno que tienen es que de todo lo malo se aprende. De las experiencias de todos. Es más, un compañero que ha recaído, ya me está ayudando a mí solo con contar lo que ha pasado. Porque sé que el peligro está ahí y no puedo bajar la guardia. Se aprende de todo, porque te cuentan cosas en las que te ves reflejado. Las reuniones son como un cuarto de espejos, porque nos vemos reflejados en el otro”.

El hecho es que, como argumenta, “quien deja de asistir a la reunión tiene muchas posibilidades de volver a recaer en la bebida”. Y lo recalca José: “El alcoholismo es para toda la vida. Es una enfermedad progresiva, no tiene cura, pero se puede parar”.

Carlos apunta asimismo que “no estamos en contra del alcohol, de la publicidad de bebidas, pero es verdad que reconocemos que esto está relacionado con diversión-alcohol, y ahora va a más, porque es diversión-alcohol-pastillas-drogas”. Y abre otro debate al respecto: “Si nosotros como sociedad enseñamos que la diversión es alcohol, queda mucho trabajo por hacer”.

“Es muy difícil reconocerte alcohólico, porque el alcohol está muy bien visto en la sociedad. Se bebe alcohol por cualquier cosa”, argumenta José, quien lamenta igualmente el “estigma” que hay hacia al alcoholismo, “porque incluso vemos mejor a un borracho que a un alcohólico. El alcohólico es como antiguamente un leproso, un marginado”.

De hecho, recuerda la primera vez que acudió a una reunión. “Pensé que me iba a encontrar a personas tiradas en el suelo, con cartones de vino, y lo peor de lo peor, pero me encontré a personas normales y corrientes, que se reían, y me di cuenta de lo que era un alcohólico, no un borracho”.

 “El primer paso es admitir que tienes problemas con el alcohol. A partir de ahí todo es recuperación de tu vida normal sin beber. Los grupos son los que te ayudan. Yo pensé lo mismo que José la primera vez que vine. No me creía que las personas que había allí eran alcohólicos. Al cabo de varias reuniones entendí  que cuando los demás decían su nombre y reconocían que eran alcohólicos, comprendía que yo era igual que ellos y no tenía por qué ser diferente a los demás”, recuerda Carlos.

“Lo que está claro es que no es una enfermedad que surge de la noche a la mañana, sino que es progresiva”, sostiene José. “Ninguno de los que estamos en las reuniones hemos empezado bebiendo whisky, hemos empezado siendo bebedores sociales como todo el mundo, en bares, bodas... hasta que hemos cruzado una línea y hemos tenido el problema a partir de ahí. Yo cuando llegaba a mi casa de trabajar me encantaba ponerme en el sofá con la tele y mi cubata en la mano, que era como mi premio el fin de semana, pero sin darme cuenta se convirtió en el premio de lunes a domingo. Y lo que era uno, pasó a ser dos, y después tres”.

“Yo solo sé que a mí me gustaba beber -cuenta David-, y que el morado me durara todo el día, y ahí estaba la enfermedad. Yo bebía ya de todo. Menos mal que me abrieron los ojos, porque la última fue ya mortal. Empotré el coche en una calle con embudo, y el coche ya ni para delante ni para detrás. Después el numerito de la Policía sacándote del coche, ...y ahí empiezas ya a mascar la mierda -con perdón-. Estás metido, pero hasta que la mascas y te la tragas no te das cuenta”. A la mañana siguiente, al llegar a su casa, se metió en internet buscando una solución hasta dar con el teléfono de Alcohólicos Anónimos. “Cogí el teléfono y llamé. A las dos horas tenía un compañero abajo, que hoy día es mi padrino. No me importaba recuperar lo material, lo primero era yo porque me veía muerto”.

En su caso recuerda que “pierdes el miedo una vez que compartes tu testimonio con los de los demás. Llegas y ves que son personas normales, pedazo de personas, y cada día estoy más contento. Ya empieza tu cerebro a funcionar con una pequeña lógica. A mí es lo más grande que me ha pasado en mi vida, aparte de mi mujer y mis hijas y mi familia. Por eso me gusta tanto que se dé a conocer lo que se hace y lo que nos han dado a nosotros”.  

En este sentido, José recalca que “tengo claro que el estar en las reuniones no es solo para mí, es para el que venga, y tengo que hacer todo lo posible para que el que venga detrás tenga un sitio para que lo escuchen. Que tenga una oportunidad la persona que está sufriendo y vea si le sirve o no. La mejor y única forma de curarse es compartir los testimonios. Yo sé de compañeros que han estado en centros, en Alcohólicos Rehabilitados, en Proyecto Hombre, y no les ha funcionado; y con nosotros llevan bastante tiempo y les funciona, porque otra persona que no sea alcohólica no te va a entender y aquí todos sabemos de donde venimos. De hecho, hay personas con las que al segundo día ya parece que la conocemos de toda la vida. El fondo es el mismo, aunque las circunstancias de cada uno son diferentes. Yo he visto compañeros que han estado seis meses negando que fueran alcohólicos, hasta que no han dado con la persona que ha compartido su testimonio y ha dado con la tecla que les ha hecho ver que son alcohólicos. Hay quien cuenta su experiencia en la cárcel, y vale, yo no he estado en la cárcel, pero a partir de ese testimonio descubres que podrías haber acabado ahí de no haber dejado el alcohol. El que sea alcohólico se ve identificado seguro, lo difícil es la aceptación, admitirlo”.

David recuerda que, al principio, no iba a los bares porque “sabía que me iba a encontrar con personas que no pararían de decirme que me tomara una copa y al final iba a terminar tomándola. Pero ahora ya voy a donde quiero, tengo mi seguridad, sé lo que tengo que hacer”, y esa seguridad parte de las reuniones en las que  participa en Alcohólicos Anónimos, porque, como concluye, “esto es para quien lo quiere, no para quien lo necesita”.

Y Carlos apostilla: “Nosotros no reclutamos alcohólicos, ni persuadimos a nadie. No vamos buscando clientes. No ganamos nada ni esperamos nada a cambio. Solo somos borrachos que hemos dejado de beber”.

Experiencias compartidas para ayudar a otros a dejar el alcohol

Según figura en las bases de funcionamiento de su actividad, “Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo. El único requisito para ser miembro es el deseo de dejar la bebida. Nuestro objetivo primordial es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad. Su programa se basa en doce pasos diseñados para la recuperación personal del alcoholismo. No recluta miembros ni persuade a nadie para que se una. No mantiene archivos ni historiales clínicos. No toma parte en investigaciones. No hace seguimiento de sus miembros”. Además, “Alcohólicos Anónimos se automantiene por medio de las aportaciones de sus miembros y no acepta contribuciones de fuentes ajenas para su funcionamiento”.

Relatos y retratos sobre el alcohol

Literatura y cine han buceado en las profundidades del alcoholismo. He aquí algunos ejemplos:

 Vino torcido, de Joaquín Santaella. Introduce al lector en un centro de rehabilitación de alcohólicos, con el aval de su propias vivencias en una institución de estas características.

 Escritos de un viejo indecente, de Charles Bukowski. El propio escritor describe su paso por grandes ciudades, donde no importan las creencias políticas ni la vida diurna. Importa el alcohol y lo que este traiga.

 Los relojes nublados, de Pedro Sevilla. Aborda la enfermedad del alcoholismo y de las personas que luchan por mantener lo que para ellos es el don de la sobriedad, junto a profundas reflexiones sobre la muerte, el amor, y lo quebradizo de nuestros sentimientos y nuestra memoria.

 Días de amor y rosas, de Blake Edwards. Joe Clay (Jack Lemmon) conoce a Kirsten Arnesen (Lee Remick) y se acaban casando. Tienen un bebé, y todo parece ir bien. Pero Joe bebe cada vez más y arrastra también a su mujer, que es abstemia. Los dos se convierten en alcohólicos, y en sus ratos sobrios piensan en cómo dejar la bebida.

 Leaving Las Vegas, de Mike Figgis. Un guionista (Nicholas Cage), despedido por sus problemas con la bebida, viaja hasta Las Vegas para beber hasta morir.

 George Best, all by himself, de Daniel Gordon. Documental sobre el sensacional jugador británico George Best, cuya brillante carrera se vio lastrada por su adicción al alcohol.

 Mad men, serie de tv de Mathew Weiner. Posiblemente, la serie en la que más alcohol se bebe de la historia de la televisión. Nunca falta una copa en la mano de sus protagonistas, y menos aún en su despacho de trabajo.

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