El enroscarse sobre si mismo o introducirse en cuevas y madrigueras, es propio de los seres vivos cuando se encuentran en una situación límite, sin más defensa posible que el esconderse. El hueco es el espacio ínfimo de la libertad. Permanecer en él es confinarse. Pandemias a lo largo de la historia han obligado al ser humano a tener que adoptar esta aptitud. La “peste negra” o el cólera son ejemplo de ello. Ahora nos ha tocado padecer el Covid 19. Las consecuencias en cuanto a morbilidad y mortalidad han sido horribles. Las socioeconómicas pueden ser terribles. Un optimismo de invención ideológica, mantiene que vamos a salir reforzados de esta desconocida y profunda crisis. Un nuevo amanecer y una nueva normalidad. Pintar la carrocería de otro color no es sinónimo de vehículo nuevo. Laicos en busca de una senda milagrosa.
Los libros sagrados no pierden su vigencia en cuanto a ser verdaderos ejemplos del comportamiento de la humanidad. Dios creó a hombre y mujer y los confinó en el único y verdadero paraíso conocido. Tenían todos los derechos que hoy se reclaman mediante leyes y manifestaciones y solamente un deber. No lo cumplieron. Expulsados, no fueron capaces hombres y mujeres de reflexionar y hacer autocrítica de su error, sino que las generaciones siguientes llegaron a tal límite de degeneración que Dios se arrepintió de haberlos creado y los castigó con la exterminación mediante un diluvio duradero. De todos los habitantes hasta entonces de la tierra, solo había un justo, ínfima minoría, que el Ser Supremo supo muy bien destacar de las mayorías abominables. Pero el confinamiento en el Arca, de Noé y sus descendientes, tampoco sirvieron para que posteriormente la humanidad no haya vuelto a sus extralimitaciones en todas las circunstancias de la vida. Unos confinamientos tan severos no fueron “piedra angular” que sobrepasara los desmanes entre los humanos.
Siglo XXI. Fuera conservadores. Progreso, cambio. Tradición es estancamiento. Se acepta, pero pronto se da uno cuenta que no corren paralelos estos conceptos con la realidad. En medio del confinamiento aparece de nuevo la controversia en cuanto a la nueva ley de Educación. Uno se pregunta: Qué pasa con este “demonio que para el Gobierno es la educación concertada. Cómo no se ha llegado todavía a un acuerdo definitivo, después de tantos años de enfrentamiento. Los viví como presidente de asociación de padres de alumnos, en tiempos de mayoría socialista. ¿Por qué en vez de actuar de manera subrepticia y descalificadora no se es valiente y se suprime, si tan nefasta es, la escuela concertada y se hace frente con el ente público a todas las necesidades que la educación actual precisa? O la respetamos ya que representa más de un 30% del total, es más económica para el Estado, ha ganado en los últimos 15 años una media de 22.407 escolares por curso, a pesar de la tendencia demográfica a la baja, tiene prestigio ante la sociedad y aunque se quiera eliminar el término es muy demandada por la sociedad y los padres tienen auténtico derecho a elegir centro educativo donde quieren llevar a sus hijos. Y los hijos siguen siendo de los padres, no del viento surrealista de mentes con ensoñación totalitaria.
Pero ahí están los problemas. En la “reconstrucción social y económica” puede quedar excluida la Escuela Concertada de toda ayuda económica. Acabar con los itinerarios marcados en la ley anterior. Limitar las repeticiones. Actuación contra la segregación por sexos. Eliminar el concepto de demanda. Programar la oferta de los Centros en función del cálculo del número de alumnos y cerrar grupos antes de que los padres se pronuncien. Golpe de caos a la religión católica. Sí será obligatoria la Educación en valores, curiosa paradoja. Menos autonomía en la concertada introduciendo un representante del Ayuntamiento a modo de controlador. Se le limita además el transporte público y no se habla para nada de la continuidad del “cheque de bachillerato”
El progreso es imposible mientras existan leyes que ven la luz en pleno sufrimiento de la pandemia, hombres y mujeres que alardean de no ser conservadores, pero que regresan al resentimiento y el odio en cuanto se les presenta alguna inconveniente opinión. Expertos que asesoran gobiernos supliendo su ignorancia con la soberbia que la ideología y el sentido partidista les impone. Parece que el Covid19 no sóolo contagia daño material, sino que también deja marcado el espíritu. El confinamiento no puede, ni modifica el comportamiento humano.
Desde la Bahía
Confinamiento sin cambio
Pero ahí están los problemas. En la “reconstrucción social y económica” puede quedar excluida la Escuela Concertada de toda ayuda económica.
José Chamorro López
José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando
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