Al término de su tercera y última reunión de este año, en la localidad escocesa de Saint Andrews, los ministros y gobernadores de los bancos centrales del Grupo de los 20 (economías ricas y emergentes) constataron que la recuperación económica en el mundo es “desigual” y aún “depende del apoyo” político.
Tanto el ministro británico de Economía, Alistair Darling, como el secretario del Tesoro de EEUU, Timothy Geithner, destacaron en su rueda de prensa final que hay que mantener los incentivos y ayudas a la economía para evitar socavar la recuperación.
“Nadie cree que el trabajo esté hecho”, dijo Darling, mientras que, para Geithner “el crecimiento es el imperativo”.
En un comunicado conjunto, el G-20 anunció la creación de un “Marco del G-20 para un crecimiento equilibrado, sólido y sostenible”, que requerirá a cada país aportar datos sobre sus políticas económicas y proyecciones de crecimiento.
Esta información, que debe estar lista para enero, será auditada por el Fondo Monetario Interncional (FMI), que tendrá que asegurarse de que se ciñe a los objetivos generales del G-20 para apuntalar una recuperación sostenible.
Según el calendario previsto, el FMI emitirá en abril un informe con recomendaciones de medidas para fomentar el crecimiento de cara a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, que tendrá lugar en junio de 2010.
De acuerdo con el comunicado, los ministros acordaron también desarrollar en el futuro “estrategias de salida” conjuntas de las políticas de estímulo, para evitar entorpecer la recuperación con medidas unilaterales para, por ejemplo, atajar el déficit o la inflación.
La reunión de Saint Andrews, que partía con el objetivo principal de cimentar los acuerdos alcanzados en la cumbre de líderes del pasado septiembre en Pittsburgh (EEUU) –entre ellos la creación del mencionado Marco del G-20–, acabó acaparada en parte, sobre todo en los medios de comunicación, por el lanzamiento por parte del Reino Unido de una propuesta de tasación de las transacciones financieras.
Al inicio de la cita, el primer ministro británico, Gordon Brown, instó al G-20 a promover un nuevo “contrato social” con los bancos, de forma que, en caso de futuras crisis, no fuera el contribuyente el que tuviera que asumir el peso de un eventual rescate.
Según Brown, ese nuevo contrato buscaría asegurar financiación de emergencia mediante, entre otras posibles opciones, la imposición de una tasa global sobre las transacciones financieras internacionales, aunque también podría considerarse un programa de seguros bancarios o la creación por parte de las instituciones de reservas de contingencia.
La propuesta de una tasa internacional –una iniciativa a la que hasta ahora se había opuesto Gran Bretaña– fue acogida con cautela por los miembros del G-20, y países como Brasil y España señalaron que ellos ya tenían mecanismos para asegurar que los bancos podían hacer frente a sus pérdidas.
Aunque la propuesta no se debatió formalmente en la reunión, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, declaró posteriormente a los periodistas que habría que considerarla, si bien dijo que personalmente no estaba “convencido”.
En todo caso, los países del G-20 acordaron remitir al Fondo Monetario para su análisis una serie de propuestas –entre ellas la británica– sobre cómo el sector financiero puede contribuir para compensar las aportaciones públicas para rescatar el sistema.
En la reunión de Saint Andrews también se trató de otros temas abordados en Pittsburgh, como la introducción de límites a las primas de los banqueros y aumentar la regulación de los fondos de riesgo.
Una de las grandes decepciones de la reunión de ayer fue que no hubo ningún tipo de acuerdo sobre la financiación de la lucha contra el cambio climático en los países pobres, pese a que el Gobierno del Reino Unido, anfitrión de la cita, había enfatizado la importancia de avanzar en ese asunto. El G-20 se comprometió sin más a “trabajar para un resultado ambicioso” en la cumbre de Copenhague de diciembre.