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¿Me perdona si lo agravio?

Reemprender la marcha, como cada septiembre, tras cuestionarse el propio papel en un relato que, paso a paso, se torna más ajeno y manipulable

Publicado: 06/09/2020 ·
21:37
· Actualizado: 06/09/2020 · 21:37
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Autor

Manuel Expósito

Director general de Gestión de Medios Jiennenses

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El blog Expositor se centra en la crónica política de la semana en Jaén y provincia

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Reemprender la marcha, como cada septiembre, tras cuestionarse el propio papel en un relato que, paso a paso, se torna más ajeno y manipulable. Todo el angustioso anhelo de este magnífico y pobre planeta por recuperar la normalidad, ¿cabrá en la cajita refrigerada de transporte de una vacuna recién fabricada? El soniquete de la pandemia. Decíamos ayer. El retorno a la anormalidad del Covid-19 nos resitúa en la crudeza de una estadística tan críptica como imprecisa. Aunque los contagios se disparen y la letalidad no sea la misma que en abril, la tormenta horrísona que nos instaló súbitamente en un trance muy duro, cruel expresión de los trágicos vaivenes de la Historia, prosigue. La virulencia de la primera ola se llevó por delante a la población más vulnerable y, ahora, dos meses y medio después del fin del estado de alarma, los positivos crecen descontroladamente pero los ingresados en hospitales y UCIs no son tantos e incluso la cifra diaria de curados hasta invite a la esperanza. Así pues, no ensombrezcamos el porvenir y habituémonos a sobrellevar de la mejor manera posible esta ficción tan real.

¿El riesgo cierto de transmisión comunitaria debiera conducirnos al pesimismo respecto al inicio del curso escolar? ¿Los principales responsables de los rebrotes son los jóvenes? El problema no es tanto la figura del adolescente insensato, generalmente asintomático, foco potencial de propagación, porque resulta imposible ponerle un policía a cada tonto, sino una inversión pública suficiente para que al confirmarse un positivo, brote o rebrote -mameluco el que no bote-, se automatice un rastreo completo en el menor tiempo posible. Para una vuelta al cole segura hacen falta más recursos, mayor atención, protocolización y garantías. No es cuestión de escurrir el bulto y lamentarse luego. Se lo soltó una maestra, a quemarropa, la pasada semana, en Roquetas de Mar, al titular de Educación de la Junta, Javier Imbroda, cada día más cuestionado, más ‘juguete roto’. Comparto la conveniencia del retorno a la enseñanza presencial si no queremos acrecentar la brecha social entre niños con idéntico derecho constitucional a una educación de calidad, y entre padres sin similares opciones laborales y económicas para decidir quedarse en casa junto a ellos. Constituye, por lo demás, agravio comparativo sangrante la distinción cualitativa entre comunidades autónomas a la hora de hacer pruebas a su personal docente. Salir del paso con el test rápido, en Andalucía o Madrid, a la corta, se antoja contraproducente. Diversos agentes educativos reclaman el descenso de la ratio, por más que la respuesta oficial se repita: no hay mayor garantía sanitaria que llevar siempre la mascarilla en el aula. Los reajustes de una demanda a la baja por el descenso de la natalidad arrojan asimetrías difícilmente digeribles entre poblaciones vecinas. De una ratio de 17 alumnos en el San Ginés de la Jara de Sabiote, por ejemplo, a otra de 27 en el Virgen de la Estrella de Navas de San Juan. Este movimiento masivo de niños, padres y educadores, en hora punta, a la postre, servirá de experiencia aproximativa al pico más alto de transmisión comunitaria, es decir, al peor escenario posible. Si llegamos a fin de mes con la situación más o menos controlada, podremos darnos por satisfechos.

Ocio restringido, limitado, evitando convocatorias que favorezcan las aglomeraciones. ¿Me perdona si lo agravio? Discusiones y diatribas recurrentes entre gentes de la cultura. No compare, por Dios, un concierto con una corrida. La línea continua de la pandemia obliga a responsables e irresponsables de lo público a intentar anticiparse al golpe con medidas excepcionales. En la campaña de la aceituna, una cosecha generosa que podría situarse entre las tres mejores de los últimos años, ¿cómo nos podríamos apañar si el numeroso contingente de jornaleros magrebíes y subsaharianos no llegara a tiempo? Los representantes patronales y sindicales, reunidos la semana pasada con la subdelegada, Catalina Madueño, conocieron la intención del Gobierno de retomar/extrapolar la propuesta de que los desempleados nacionales, aun cobrando prestación, puedan engrosar cuadrillas olivareras. De abril a junio, en pleno estado de alarma, dadas las limitaciones de movilidad, fue la alternativa arbitrada en otras recolecciones. ¿Pero será suficiente con la predisposición de unos cuantos de aquí a volver a doblar el espinazo, como antaño? ¿Quién pagará las pruebas PCR? ¿El que garantice que los temporeros no se alojen otro año, hacinados, en covachas? Es tarde para la saña y temprano para el olvido. El periodismo puro renace cada volver a empezar como éste, pese a contener la náusea cuando ningún freno limita ya la libre expresión de la mentira.

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