El concierto comenzó con las explicaciones de Iván Ferreiro, aclarando cuál era el formato elegido para esta cita sureña.
Un formato especial y adaptado a los tiempos de pandemia y medidas sanitarias que nos está tocando vivir. En el escenario su piano y algunas maquinas y su hermano Amaro, único acompañante humano.
En las muchas interacciones que realizó con el público quedó patente que echaba de menos a sus músicos, a los que nombró en diferentes ocasiones a lo largo de toda la actuación.
Ante un auditorio, que poco a poco se lleno en sus tres cuartas partes, Ferreiro desplegó un setlist basado en un resumen cronológico de los discos pasados, haciendo énfasis en sus pequeños fiascos discográficos y estando en contacto directo con el público asistente.
Fue un especie de coloquio, amenizado con canciones, y contando alguna que otra anécdota simpática. Una mala crítica en JNSP, vivencias en citas como el Festival Portamérica y en espacios como El Náutico de San Vicente. Incluyó versiones de Annie Lennox, Leiva o Café Quijano, con los que ha colaborado en algún momento de su dilatada carrera.
“El equilibrio es imposible”, a mitad de repertorio, arrancó la primera gran ovación de la noche, por parte de un público, que aunque tranquilo y sentado, se entrego al artista.
Entre tema y tema, y el nombrar a varios de sus músicos actuales, como Pablo Novoa, y a algún productor amigo, como Ricky Falkner, se atrevió a realizar una canción futura, poniendo letra a una versión de Max Richter de “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi, en su típica línea “letrística”.
El concierto llego a su final con los acordes de “Turnedo”, que despidió, con la solvencia a la que nos tiene acostumbrados Ferreiro, aunque es cierto que se echaron de menos algunos de los temas más “Pirateros” de su amplísimo repertorio.
El segundo fin de semana del Dsoko Fest cierra con éxito de público y a la espera de diferentes artistas que irán pasando por su escenario a lo largo de todo este verano.