Mientras se desarrollaba la convención itinerante popular -extraña manera de reflexión ambulante, ya ensayada por el peripatético Aristóteles, aunque en menor escala kilométrica-, Isabel Díaz Ayuso hacía un periplo por Nueva York y Washington para coger distancia política de Pablo Casado. Allí comprendió que Madrid ocupa pocas portadas escritas y titulares televisivos y optó por llevarse a sus propios periodistas de Telemadrid para hacer una larga entrevista con la Casa Blanca al fondo. Menos mal que cinco o seis congresistas hispánicos le dedicaron algunos reproches indigenistas y algo de atención. Pero eso no es ninguna novedad. La dichosa frase “El indigenismo es el nuevo comunismo” no debe gustar mucho a los diputados hispanos de allí. Terminó el recorrido por el imperio y pudo llegar a la etapa final de la convención, Valencia, donde la reconciliación fue clamorosa.
Galicia, Castilla, Andalucía, Madrid y Murcia han sido las etapas, pero es en Valencia donde se ha presentado Ayuso para rendirse ante Casado: "Hoy te quiero decir, Pablo, que tengo meridianamente claro dónde está mi sitio….Madrid… Mi proyecto siempre ha sido el tuyo, y tengo clara que le elección es o Sánchez o Casado”. Una rendición con contrapartidas. La presidencia del PP de Madrid a cambio de su simulada lealtad a Casado. ¿Quién duda que vendrán nuevos capítulos de futuros desencuentros? Ni los protagonistas ni la opinión pública tienen un resquicio de indecisión en esta certeza. El conflicto reaparecerá porque la ambición de Ayuso es la máxima de un político español: la presidencia del gobierno. Muchos lo pretenden y pocos llegan. “Siempre se vio a la mentira -escribe Hannah Arendt- como una herramienta no solo para la actividad de los políticos y los demagogos sino también para la del hombre de Estado”. Por supuesto que la filósofa no lo compartía, por eso también escribió que “El grupo engañado y los engañadores mismos suelen esforzarse, sobre todo, por mantener intacta la imagen de la propaganda…”. La imagen del líder exigía la parafernalia en la que han colaborado todos como escenificación de la unidad para el éxito del protagonista principal. La plaza de toros de Valencia no le ha decepcionado, ha sido de un trumpismo triunfal. Faltaron los acordes del NODO. La vuelta atrás.
Ninguno dijo que la victoria tiene un acompañante más que incómodo: el partido del que nadie habló.