Convocar en nombre de lo común en asuntos de interés general se estila cada vez menos. Es una consecuencia natural vistas las escasas posibilidades de éxito de quien propone el consenso. La hoja de ruta de los partidos dejó hace tiempo de ser el interés global. Es el exclusivamente partidario. Cuando algún dirigente afirma que piensa siempre en los ciudadanos a la hora de adoptar cualquier decisión, que sepa usted que le estará mintiendo a menos que sea el último mohicano que rompa la disciplina de partido. Puede que un político pontifique sobre tal o cual medida o decisión positiva para la mayoría, pero el adversario se lo negará porque lo importante no es si es beneficioso para el pueblo, sino para los intereses de su partido.
No hay más que ver el papel de unos y de otros, aunque para no pecar de equidistancia, diré que no todos están actuando igual, sobre todo después de la sorprendente reacción del PP alineándose con las eléctricas que le están echando un pulso no ya al Gobierno de España, sino a todo el pueblo español. Hay otros numerosos ejemplos de la escala partidista de intereses en la que sustentan sus comportamientos las fuerzas políticas. La nueva filosofía dominante es evitar a toda costa que al Gobierno, sea del ámbito territorial que sea, le vaya bien –aunque eso signifique que a los españoles les vaya también bien- porque a mi partido le irá mal.
En Andalucía tenemos también nuestro similar teatrillo de acusaciones interesadas: el partido principal de la oposición, el PSOE andaluz, acusa a Juan Manuel Moreno de haber dejado de ser el presidente de la Junta para convertirse en “el presidente de la confrontación” a lo que responde el inquilino de San Telmo preguntando a los socialistas si siguen siendo el PSOE de Andalucía o son “la delegación de Pedro Sánchez en Andalucía”. Ni creo que el presidente Moreno se levante cada mañana pensando como atizar a Moncloa, aunque lo parezca, ni que los socialistas renuncien a cualquier defensa de los intereses de nuestra tierra por seguidismo castrense a su jefe de filas. Lo evidente es lo alejados que están de lugares comunes de entendimiento por muchos mensajes de mano tendida que ofrezca el líder socialista Juan Espadas.
Lo peor de todo esto es que se ha expandido como la peste a buena parte del periodismo y también de la sociedad, donde la polarización no responde al raciocinio sino a intereses particulares. Lo dicho, nos están convirtiendo a todos en profesionales del disenso porque manda lo que interese a cada cual y no al colectivo.