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La Pasión no acaba

Capataces de plata

El paso de la patrona de capataces y costaleros de la ciudad más hermosa del mundo convencía -a golpe de hermosura- a las retinas del público cuando andaba...

Publicado: 14/10/2021 ·
10:30
· Actualizado: 14/10/2021 · 10:30
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  • Juanma Martín. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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El paso de la patrona de capataces y costaleros de la ciudad más hermosa del mundo convencía -a golpe de hermosura- a las retinas del público cuando andaba por Rodrigo de Triana buscando la calle San Jacinto, esa vía láctea en la que manda una sola Estrella. Fue entonces cuando, con Sevilla entera abrazando por delante a los marineros del compás, Juanma Martín mandó a sus hombres que se detuvieran en ese lugar, en esa esquina, que quería ver el paso arriado, los cuatro zancos por igual al suelo. Juanma mandó parar a una luz universal, a un cañón glorioso de flores y armonía.  Y Madre de Dios del Rosario posó su belleza delante de mis ojos. Intuí, sentí, noté que algo estaba a punto de ocurrir.

Y ocurrió. Juanma -que se ha convertido en un capataz solvente, con personalidad y hechuras de mando grande- me pidió que me acercara a la delantera de la Señora. Después de un abrazo me ordenó que me quedara cerca. Mientras recibía todo el cariño y el respeto de Luis Martín, matador de toros sevillano y capataz de saga, pasaron unos segundos en los que Triana me inundó de olor a flores, de recuerdo, de infancia, de compás y ribera. Mi corazón latía deprisa, inquieto. Protestaba. Mis entrañas barruntaban lágrimas.

“Acércate a mí, Víctor”. Juanma se inclinó sobre el repujado de la delantera tras llamar al martillo tres veces. Y fue entonces cuando le habló a sus costaleros de aquellos capataces de plata (contraguías y ayudantes) que habían dejado sus vidas al servicio de un equipo, de una manera de ser, sentir y trabajar los pasos. Recordó, como ya hiciera aquel Miércoles Santo, a mi padre, fallecido en acto de servicio con su traje negro y el alma blanca. Lloré. Lo hice de emoción, de orgullo y de agradecimiento, y recordé que yo era gente de abajo, de aquellos hombres que estaban a punto de meter los riñones y levantar al cielo de Triana por la persona que me había engendrado. El paso se fue al cielo, como mi padre. Y en la tierra se quedó un capataz llamado a ser respetado en este noble oficio de mandar cuadrillas de costaleros que se dejaron en el alma en una levantá que todavía retumba en mi corazón.

No me dejaron esconderme. Permanecí en la delantera del paso, abrazado a mi mujer, mirando al cielo de Triana. Y supe, una vez más, que no existen las casualidades, que esta tierra hace las cosas así. Pensé, mirando al puente, que mi padre fue un capataz de plata… y que Juanma Martín es oro molido. 

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