Parece que al fin han entendido mis hijos menores que la Historia es la madre de todas las realidades existentes. Ha sido un camino duro, no crean. Pero la Guillotina visualiza la sangre, las babas y las micciones, porque hinca de rodillas desde a Reyes que no se las vieron venir hasta a su propio creador pasando en su desarrollo por dictadores, cretinos y zafios. La Guillotina es igualitaria en sus tajazos, postradora de cabezas al cesto y fría como un pez muerto. Antes de este año nunca les había importado un ápice lo que les rodeaba, pero será la mayor edad -o como les digo la época pre napoleónica -porque han visto la luz que no nubló el entendimiento de Homero cuando convirtió los mitos griegos en algo que perduraría por miles de años para goce de productores de Hollywood y actores jovencísimos en paños menores.
Quizás dentro de decenas de años cuenten la huelga del metal que nos ocupa las portadas de la prensa ahora mismo- las nada ondulantes líneas de la tanqueta o las humaredas que matan asmáticos hasta con el pensamiento- como batallas dignas de ser contadas en los libros de Historia. Lo mismo sí, aunque la verdad es que hace treinta buenos años, mis compañeros de Instituto presumían de haber corrido ante la policía en otras huelgas como ésta o parecidas. Esto no es nuevo, solo un capítulo más de la guerra de Troya sin los pies desnudos de Aquiles, ni los trucos de magia de Odiseo. El Alcalde se ha metido. Yolanda Díaz también. Comentaristas y opinadores, Unos de parte de Agamenón y otros de los Troyanos. A mí me gusta mirar de muy lejos y aposentada. Es lo bueno de no escribir ni de política, ni de los políticos, ni de huelgas, ni de tanquetas, ni de cortes de tráfico. Como Homero veo dioses y confabulaciones celestiales a cada paso, porque hay quien tampoco está cerca y sí muy bien aposentados que sacará tajada de esto como de otras tantas cosas. Los trabajadores, al final, trabajarán con mejor o peor convenio. Suerte la de ellos en una ciudad que no sé muy bien de que vive porque en los barcos de crucero, los turistas salen anillados como las palomas dejándose solo calderilla en rama. No tenemos industria al modo vasco, mas quisiéramos, sino comercio fenicio venido a menos. Ojalá carga de trabajo para cien años, ojalá contratos indefinidos, pero no solo para el Metal sino por ejemplo para la jodida Enfermería que nos salvó de pandemias , para pagárselo no renovando contratos que se hilvanan mes a mes en precariedad máxima. No los veo cortando calles con sus batas blancas. Lo mismo deberían.