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Emocionante homenaje a las religiosas de La Caridad ante su marcha de Pozoblanco

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  • Las monjas han estado en la residencia Hermanos Muñoz Cabrera desde su apertura
Emotivo homenaje el que se le ha rendido a las 6 últimas hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl que, si nadie lo remedia, irán poco a poco marchándose de la residencia de ancianos de la Fundación Hermanos Muñoz Cabrera de Pozoblanco.
Las monjas han estado presentes en la residencia desde su apertura hace 30 años y según la comunicación de la superiora de la congregación en Andalucía deberán marcharse de Pozoblanco de manera paulatina y hasta el 20 de diciembre.
Pero en la residencia y fuera de ella se resisten a que estas sencillas y trabajadoras religiosas dejen de atender a los ancianos por eso el secretario de la Fundación, José María Tirado, ha enviado una carta suplicando su permanencia a la superiora general que reside en París, mientras que en Pozoblanco se están recogiendo firmas para evitar su marcha.

TRABAJO DIGNO Y GENEROSO
Parece que la decisión es irrevocable pero la esperanza es lo último que se pierde, o al menos eso es lo que muchos comentaban en la misa de acción de gracias que el pasado domingo acogió la capilla de la residencia. La capilla y todo el salón de la planta baja que se llenó de personas cercanas a la familia vicenciana que quisieron mostrar su cariño a estas últimas monjitas.
La misa fue concelebrada por los sacerdotes de la ciudad Pedro Fernández, Rodrigo Cota, Juan Caballero, Antonio Rides y por el padre Paúl, Sergio Asenjo, que pidió que cuando las monjas se marchen se mantenga "el espíritu, el amor y la alegría que han dado a la casa".
En la misa se pidió por ellas y en el ofertorio se ofrecieron una medalla de la Virgen Milagrosa o un bastón como símbolo del apoyo que han prestado las religiosas a los ancianos.
En nombre del equipo directivo de la Fundación y de los movimientos de Voluntarios de San Vicente, Asociación de la Medalla Milagrosa y Juventudes Marianas Vicencianas se leyó un texto en el que se destacó que "nos habéis enseñado que los últimos años de la vida se pueden vivir con ilusión, con dignidad, aportando y valorando lo que cada persona es y puede seguir dando, sintiendo la mano amiga que acoge y sostiene" y se concluía señalando que "con vuestro paso por aquí habéis conseguido que todos formemos una gran familia con fuertes raíces que siempre estará unida".

ENTREGA CON LOS ANCIANOS
Sor Teresa, que ha estado al frente de la comunidad de religiosas en los últimos diez años, dijo que "desde nuestra llegada el 7 de enero de 1978 nos hemos sentido como en nuestra propia familia y os llevaremos en nuestro corazón y en nuestras plegarias".
Esta religiosa, nacida en la ciudad de Olot en Girona, reconocía emocionada que "lo que más nos va a costar es dejar a nuestros ancianos a los que hemos dado el apoyo, la atención y el cobijo desde que llegaban para que no sintieran mucho el desarraigo de su vida y nos hemos encargado de que estuvieran aquí como en su casa".
"Allá donde vaya estaré al servicio del pobre pero en mi corazón siempre estará Pozoblanco". Unas palabras de Sor Teresa que llegaron al alma de los asistentes y que desbordaron las emociones.
José María Tirado dijo que "no esperábamos esta noticia que nos comunicaron el 29 de septiembre. Estamos desolados y hablaremos con el Obispo porque nos gustaría que alguna asociación religiosa estuviera con los ancianos".
Tirado recordó que "Cinco o Seis meses antes de la inauguración de la residencia no teníamos religiosas para venir aquí y en mayo de 1977 Sor María Luisa Rueda nos confirmó que venían y ahora aunque hemos hecho lo indecible no hemos podido sujetarlas".
También estaba triste Esperanza Rodríguez que como responsable de las Juventudes Vicencianas manifestó que "nos arrancan una parte de nuestra vida y es muy duro para todos que se marchen estas mujeres sencillas que se han sacrificado por los ancianos y va a ser muy duro para ellos y para todos nosotros ver como se marchan".
La falta de vocaciones puede estar detrás de esta decisión que va a poner fin a la presencia en la ciudad de unas monjas entregadas con su sacrificio y vocación y con su trabajo constante y callado a los necesitados y a las que Pozoblanco les debe una enorme gratitud. 

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