La tecnología ha cambiado nuestras vidas. Desde la comodidad de llegar a cualquier parte sin preguntar o pedir una pizza, descargando la app de turno, hasta hacer transacciones financieras o leer bulos sobre la pandemia. Cualquier cosa es posible con un terminal móvil y una conexión a internet. Incluso el mundo laboral ha cambiado. Donde antes los niños querían ser policías, bomberos, enfermeros o a lo sumo futbolistas, ahora sueñan con ser Youtubers, Instagramers, ganar dinero emitiendo en streaming o, a lo sumo, community manager. Estos últimos han ganado importancia y podemos comprobarlo: hasta la community manager de un perro ha llegado ser presidenta de la Comunidad de Madrid. Lo dicho, internet es la clave del éxito.
El mundo artístico ha sabido actualizarse hasta el punto de que hay cantantes que empezaron haciendo covers en Youtube, imitadores que empezaron en la misma plataforma y estamos conociendo escritores cuya principal herramienta de promoción son las redes sociales. En este mi arranque como juntaletras, me doy cuenta de que el conocimiento de las redes acaba siendo tan importante para el éxito de una obra como lo es (o debería serlo) la propia obra. Twitter, Instagram, Facebook y demás redes sociales son imprescindibles para darse a conocer y el conocimiento del marketing a través de las mismas es primordial para llegar a la mayor cantidad de público posible. A falta de community manager, tenemos que tirar de ingenio para que alguien se entere de que hemos escrito un libro.
De repente te ves juntando fotos o haciendo vídeos cortos para publicar un reel, que por lo visto tiene más visualizaciones en Instagram, tienes que elegir unas horas concretas al publicar un post para tener más visualizaciones, seguir a mucha gente para ganar seguidores, hacer sorteos, mostrar alguna cosa de tu vida personal para lograr cierta cercanía, elegir una buena música para que tus stories sean atractivas... Y todo esto buscando la manera de que el algoritmo de las redes coloque tu publicación en un lugar preeminente donde pueda verlo más gente. Antes tenías que pasar el filtro de un corrector ortográfico y de estilo, convencer a algún editor y lanzarte. Ahora, dependes de hacer el pino puente en las redes para tener difusión y que se conozca tu obra. Tu éxito depende más del algoritmo que de tu talento.
Y así van pasando los días. No me quejo, hay que adaptarse a los tiempos y en eso estamos. He publicado mi viaje a Barcelona para participar en un certamen, una foto con mi perra para mostrar esa cercanía, luego he colgado un reel, poniéndole música de Queen para que quede bien en las stories, he madrugado porque tengo más likes si lo pongo por la mañana y, después de trabajar, he tuiteado sobre mi libro, etiquetado a muchos amigos a los que he pedido que comenten para tener interacciones... Así que me despido de ustedes hasta el próximo artículo, que tengo que aprender más trucos para seguir promocionando mi primera obra. Y, si me queda un rato libre, sacrificaré una hora de sueño para que me dé tiempo a escribir.