El adiós a Samaranch conjuga el reconocimiento internacional
La despedida del presidente de Honor del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, conjugó ayer el reconocimiento de la comunidad internacional a su figura y el afecto de la familia olímpica a su legado, simbolizado en la canción que marcó la Barcelona de 1992: 'Amigos para siempre'.
Barcelona concentró ayer una representación institucional de máximo nivel, encabezada por la totalidad de la Familia Real, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, representantes de casas reales europeas y las principales autoridades de Cataluña y del resto de España.
La trayectoria de Samaranch, trazada tanto en la esfera política como económica y, particularmente, en el movimiento olímpico, fue ensalzada a lo largo del día con un acto institucional, la exposición pública de la capilla ardiente y la misa funeral en la catedral de Barcelona, con la presencia de los Reyes y de las Infantas Elena y Cristina.
Esta trayectoria fue glosada durante el homenaje institucional en el Palau de la Generalitat, que culminó con la interpretación de la canción emblemática de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992: Amigos para siempre, que sonó por voluntad de Samaranch, según ha desvelado su propia familia.
Los Príncipes de Asturias, la Infanta Cristina, el presidente de la Generalitat, José Montilla, los alcaldes de Barcelona y de Madrid, Jordi Hereu y Alberto Ruiz-Gallardón, respectivamente, y representantes institucionales y políticos estuvieron presentes en este homenaje.
También la familia olímpica, con el presidente del COI, Jacques Rogge, al frente, y representantes del mundo deportivo y de La Caixa, entidad de ahorro de la que fue presidente, quisieron decir su último adiós al dirigente olímpico.
El Príncipe Felipe destacó la “permanente entrega a Barcelona, Cataluña y España” de Samaranch, de quien dijo que le inculcó en su corazón el “espíritu olímpico”.
El presidente de la Generalitat, José Montilla, afirmó que Samaranch fue “un hombre de su tiempo”, mientras que el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, le calificó de “señor de Barcelona” y el de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, elogió su papel como impulsor del olimpismo.
Jacques Rogge destacó que Samaranch fue la personalidad olímpica más importante después del fundador de este movimiento, Pierre de Coubertin, así como su impulso para extender la participación femenina en todas las modalidades olímpicas.
Numerosos ciudadanos visitaron la capilla ardiente del dirigente olímpico, cuyo ataúd fue trasladado por una treintena de deportistas desde el Palau de la Generalitat hasta la catedral de Barcelona, donde tuvo lugar la misa de funeral, oficiada por el arzobispo de Barcelona, Lluís María Sistach y con la asistencia de los Reyes y de las Infantas Elena y Cristina.
Lluís Martínez Sistach afirmó durante la homilía que Juan Antonio Samaranch fue una persona que “supo intuir como nadie la función del deporte en la sociedad moderna”.
El arzobispo también leyó un telegrama del Secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, de condolencia por la desaparición del mandatario olímpico.
Por su parte, el hijo del fallecido, Joan Antoni Samaranch Salisachs, agradeció la presencia de los asistentes y abogó por que el legado de su padre se convierta en una “fuerza del bien de los ideales olímpicos que nos mueven y convertirlos en algo para la sociedad”.
El féretro salió de la catedral entre los aplausos de los ciudadanos y portado por un grupo de ocho deportistas españoles representantes de diversas especialidades olímpicas, entre ellos Rafael Nadal y Gemma Mengual.
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