YO no sé si es mucho pedir que el ayuntamiento informe al pueblo sobre las cuentas de los Iberoamericanos. A lo mejor resulta que es una insolencia y una falta de respeto como en los tiempos de Tejonero y de Cumbreras...
YO no sé si es mucho pedir que el ayuntamiento informe al pueblo sobre las cuentas de los Iberoamericanos. A lo mejor resulta que es una insolencia y una falta de respeto como en los tiempos de Tejonero y de Cumbreras pretender que los intendentes de nuestros posibles nos den razón de ellos. Para mí que el monto de ingresos del consistorio es algo de todos y por consiguiente todos tenemos derecho a saber qué pasa con la guita. Que ahora con esto del Rififí municipal de siete coma nueve millones de euros más los excedentes del quebranto, parece que ya no hay cuentas que ajustar ni explicaciones que dar. Pues no señor. Más bien todo lo contrario. Si yo fuera el alcalde en estos momentos -dios me libre-, haría un arqueo de registradora diario y lo publicaría con grandes titulares en el Financial Times para que todo el mundo esté al corriente de cómo va el negocio por las ruinas de la Casa amarilla en estas fechas de rebajas. Que aquí los pringaos acabamos de pasar por el aro arriando el impuesto de circulación, y ya mismo estamos apalancando otro pellizco de la extraordinaria para apoquinar el IBI de los cojones en el mes de agosto para que sus señorías trinquen los estipendios al completo, porque hasta donde yo se, de solidaridad con los funcionarios y pensionistas en cuestiones de salario, por aquí que te vi. Por tanto, que me digan, de momento, cómo quedó el asunto pecuniario de los campeonatos esos que ya nadie recuerda, porque tengo unas ideas que dar a la corporación para que no se gaste todo el caudal en parafernalias contemplativas de atrios consistoriales fumigados con incienso, y en fastos teatrales reservados a la selecta élite socio-política de La Isla, en estas celebraciones bicentenarias que no acabo de ver yo la hora para hacer balance provechoso de tanta traca y tanto rollo conmemorativo.
Lógicamente, para ello hay que olvidarse de los problemas de gran calado de la ciudad imposibles de acometer por los que nos desgobiernan según tienen acreditado en su carné de incompetentes, y centrarnos un poco más en cuestiones menos seductoras que las reivindicaciones territoriales con Defensa o la apertura del Parque de la Historia y el Mar por poner sólo un par de ejemplos.
Una de las más bochornosas indecencias urbanísticas practicadas por la corporación que sufrimos a plena luz del día, con los agravantes de temporalidad imperecedera y ubicación medular, castigada en el confesionario del pueblo con penitencia de diez chipilines invernales, veinte cosquis a pelú y cinco maculillos contra una esquina de piedra ostionera, es el descuido que ejercen los invasores de las urnas electorales con el callejón Cróquer.
Ya se que ese trocito de calle de apenas setenta metros no va a cambiarnos la vida por estar adecentadito, pero tampoco lo va a hacer el baldeo de las calles céntricas y no dejan de mojarlas ni cuando llueve. Así que ya podrían asear el típico callejón y sacarle un poco de lustre a la mugre de sus losas para que no se peguen las suelas de los zapatos. Que aquí no tenemos Barrio de Santa Cruz ni Barrio de Santa María, pero esta pequeña joya de la arquitectura andaluza, era una preciosidad cuando sus vecinos encalaban y regaban sus macetas hasta que llegó el Ayuntamiento y se jodió la marrana. Se le declaró conjunto histórico-artístico y desde entonces la cal se convirtió en desconchados, los balcones se agrietaron y los geranios se marchitaron. Hasta los grillos estivales tuvieron que buscar otros odeones al aire libre donde exhibir la campechana monotonía de sus molestos élitros.
Ya sabíamos que esta gente no está capacitada para proyectar la ciudad hacia su desarrollo, entre otras cosas porque en sus objetivos de gobierno no existe tal proyecto, pero ¿es que no vale ni para adecentar un coqueto entorno monumental cargado de tradición histórica y popularidad?
Cuenta Juan José Maruri en la descripción de su callejero, que el callejón Cróquer fue cerrado al tráfico el 7 de febrero de 1927. Junto al dato, este buen cañaílla deja un espacio reservado con seguridad a la fecha de su cierre peatonal. Algo que ocurrirá pronto si su conservación sigue encomendada a estos usurpadores de la soberanía local que no solo lo tienen abandonado, sino que osan incluirlo en los atractivos de la arquitectura de La Isla para que el visitante tenga un motivo más de reprobar la oferta cultural que se le ofrece engañosamente, junto a otras injurias turísticas como el Museo Municipal cerrado desde hace más de un año.
Si los Iberoamericanos no dejaron utilidades para la restauración de este tesoro del pueblo, podrían solucionarlo eliminando las subvenciones de tanta verbena veraniega. Pero estoy seguro que no lo harán porque estos andalucistas fraudulentos prefieren la compra de votos con farolillos y manzanilla.
pacolaisla@yahoo.es