En pleno Adviento comercial se nota ese impulso que te lleva a la calle para comprar como si el dinero, escaso en nuestra economía, despertara y pusiera un paréntesis en la crisis...
En pleno Adviento comercial se nota ese impulso que te lleva a la calle para comprar como si el dinero, escaso en nuestra economía, despertara y pusiera un paréntesis en la crisis.
Crisis que me recuerda a la visión que tuvo cierto rey de nombre largo. Vio una estatua majestuosa y de brillo extraordinario que tenía la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro. A esto que una piedra sin intervención humana cayó y chocó con los pies de hierro y barro y los hizo pedazos. Al romperse los pies, el coloso cayó desmoronándose y haciéndose ruina toda la estatua, se perdió el oro, la plata y el bronce.
Esta parábola bíblica tiene que ver con el gigante de nuestra economía que lo dábamos con la fortaleza del hierro pero no queríamos ver que estaba mezclado con la debilidad del barro. Y una pedrada ha terminado por destrozar lo que parecía garantía de los pueblos y de las gentes, de los estados y de las autonomías.
Hace poco un lector habitual a través de un e-mail me decía estas palabras: “Es cierto, amigo Ramón, en España desde hace años estamos en crisis, pero no sólo monetaria, sino lo que es peor, moral, falta de acercamiento sincero al hermano, una crisis que todo lo invade a través del consumo y del materialismo... ¿Dónde se esconden los valores?... ¿Hacia dónde vamos?... Un abrazo”.
El hombre de hoy busca la calidad de vida, pero no encuentra una vida de calidad. Cuando uno habla de calidad de vida quiere decir: placeres, comodidad, holgura, bienestar, o sea cantidad en la vida. Pero ello lleva parejo la angustia por defender esas pertenencias que tanto cuesta conseguir. Qué lejos está eso de una verdadera vida de calidad.
Así afrontamos estas próximas navidades con el temor de muchos que no podrán comprar tanto y con la complicidad de otros que sabían que con los pies de barro no se podía llegar muy lejos.
Porque uno sale a comprar a la calle, ¿a qué si no? Nos hemos dado cuenta ahora que nuestro gigante económico tenía la cabeza de oro, lleno de dólares, de petrodólares, los brazos de plata, de buena plata para comprar el mundo, el cuerpo bronceado de belleza y glamour, pero los pies, los pies los tenía de barro.
El Adviento compulsivo te hace sentir ese gusanillo que se nos mete en el cuerpo y que te obliga a comprar caiga quien caiga, aun sin un puto euro. Estas navidades son de barro, porque hemos puesto la fe en el coloso. La tarjeta de felicitación se ha tornado en tarjeta master-card. El credo en un crédito. El coloso de nuestra economía dejó su oro y su plata para ofrecernos sólo barro. Con este barro Dios podrá modelar de nuevo al hombre.