23 años después del ataque terrorista más devastador de la historia moderna, el 11 de septiembre de 2001, más de 45.000 personas siguen lidiando con las consecuencias físicas y mentales de la tragedia en Nueva York. Los efectos del atentado no se limitan al colapso de las Torres Gemelas y a las casi 3.000 vidas perdidas aquel día. Hoy en día, miles de supervivientes, incluidos bomberos, policías y civiles, luchan contra enfermedades vinculadas directamente con la exposición a los tóxicos que invadieron el área tras la caída de las torres.
Según informa el New York Post, el Programa de Salud del World Trade Center ha confirmado que al menos 45.200 personas —entre miembros del FDNY, NYPD, la Autoridad Portuaria y civiles— sufren de alguna enfermedad relacionada con la tragedia. Estas condiciones incluyen diversos tipos de cáncer, enfermedades respiratorias crónicas y trastornos mentales. Este número es alarmante, ya que supera por un 1.408% el número de víctimas mortales el mismo día del ataque, que fue de 2.997 personas.
El programa, gestionado por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), refleja una cruda realidad: los efectos del 11-S persisten en el cuerpo y la mente de miles de personas. Además, los expertos advierten que la cifra real de afectados podría ser aún mayor, ya que solo algunas enfermedades han sido reconocidas oficialmente por el programa de salud. “Todavía hoy, 23 años después, estos pacientes necesitan ser monitorizados y tratados por nuevas condiciones médicas que siguen surgiendo”, explican los expertos.
Casi 17.000 primeros intervinientes del FDNY, NYPD y la Autoridad Portuaria están luchando contra enfermedades directamente relacionadas con su participación en los esfuerzos de rescate y limpieza tras el atentado. De estos, 15.500 bomberos están inscritos en el programa de salud con al menos un diagnóstico de cáncer u otras enfermedades graves. Algunos de ellos fueron diagnosticados hace apenas seis meses, lo que refleja cómo estas enfermedades pueden tardar años en manifestarse. Según el Dr. Prezant, jefe médico del FDNY, estas enfermedades evolucionan con el tiempo. “El cáncer y las enfermedades respiratorias no aparecen de inmediato, algunas tardan décadas en desarrollarse”, señaló.
La comunidad policial también ha sufrido pérdidas devastadoras. El NYPD ha registrado un aumento considerable de oficiales afectados por enfermedades vinculadas al 11-S, con más de 1.400 agentes diagnosticados hasta ahora. Cada mes, entre cinco y diez nuevos casos se suman a la lista, siendo el cáncer de próstata uno de los más comunes entre los afectados. El sindicato de la policía ha informado que más de 400 oficiales han fallecido a causa de estas enfermedades, superando el número de policías que murieron el día del atentado.
Además de los primeros intervinientes, cientos de miles de civiles que vivían, trabajaban o estudiaban en Manhattan durante los ataques también han sido diagnosticados con enfermedades relacionadas con la exposición al polvo y los escombros tóxicos. El CDC estima que unas 400.000 personas estuvieron expuestas a contaminantes tóxicos, riesgo de lesiones físicas y condiciones emocionalmente estresantes en los días, semanas y meses posteriores a los atentados. Estas personas, a menudo olvidadas en las narrativas oficiales, también padecen de enfermedades que van desde problemas respiratorios hasta afecciones psicológicas derivadas del trauma.
La situación es particularmente grave para los bomberos del FDNY, quienes han perdido a 370 miembros por enfermedades relacionadas con el 11-S, un número que ya ha superado los 343 bomberos que fallecieron el mismo día del ataque. En el último año, 28 bomberos han muerto, y se espera que esta cifra siga aumentando a medida que más diagnósticos sigan saliendo a la luz. Los líderes sindicales han intensificado sus esfuerzos para asegurar que se destinen más fondos al Programa de Salud del World Trade Center, con el objetivo de brindar tratamiento adecuado a los supervivientes que siguen enfermando.
La Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey, que sufrió la pérdida de 37 oficiales el 11 de septiembre, ha visto cómo otros 16 miembros han fallecido desde entonces por enfermedades relacionadas con la exposición a los contaminantes. A día de hoy, un número indeterminado de oficiales sigue luchando contra enfermedades derivadas del atentado, aunque las cifras exactas no se hacen públicas por motivos de privacidad, según ha informado un portavoz de la agencia.