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Tambucho y Emparrillao

Anticuento navideño

Por desgracia, otros niños menos afortunados reciben los jinetes de: la Conquista, la guerra, el hambre y la muerte, y pasan por delante de nuestros ojos...

Publicado: 19/01/2025 ·
12:49
· Actualizado: 19/01/2025 · 12:49
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  • Una niña palestina herida. -
Autor

Manuel Varo Pérez “Ica”

Autor que cantara a su pueblo por carnavales y escribiera parte de su historia en Barbate Información, Trafalgar Información y Viva Barbate

Tambucho y Emparrillao

Narrador empedernido de un paraíso llamado Barbate, donde la naturaleza se distingue por su belleza

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Después de terminar las fiestas navideñas, cansados de tan indiscriminada explotación, con orejas y puntas de las narices cubiertas de ‘sabañones’, se reunían frente al palacio del hielo de su Señor Nicolás Clau, un grupo de enfervorecidos Elfos y Elfas para exigirles mejoras laborales, derechos, productividad, seguridad, vacaciones, y otros asuntos… Hacía siglos que desarrollaban tareas de fabricar juguetes de manera extraordinaria para obsequiar a los pocos niños que por entonces enviaban sus cartas, pero desde que llegara el ¡Boom! de este gordinflón vestido de rojo con pelo y barba blanca; a finales del siglo XX y comienzo del XXI, abastecer de juguetes a todos los niños del mundo era tarea imposible de soportar. Máxime, cuando la maquinaria de producción artesanal y el sistema de trabajo eran tan rudimentarios como cuando aquel barrigudo inventara ese tipo de reparto (hoy distribuidos por empresas online), mediante el adiestramiento de un grupo de renos dirigido por Rodolfo (Rudolph), que ilumina el camino de su mágico trineo a través de las estrellas con su nariz roja y brillante, mientras se oían cacofónicos jojojóo, jojojóo, jójojóoo, como aquel ‘gigante Polifemo’ que Ulises dejara ciego. Lo de entrar por la chimeneas quizás sea lo más creíble de la historia. 

La alarma social de Elfos y Elfas, venía precedida por las informaciones que desde hacía tiempo recibían a través de los nuevos sistemas de comunicación y globalización. Y querían, por lo menos, equipararse a los chinos y otros países asiáticos. Para ellos, era un sueño jornada de 18 horas al día, 10 minutos para comer, un ventilador por cada 500 trabajadores en locales cerrados (en su caso calefactores), tener secciones de gimnasia para estar en forma y gozar de 4 o 5 horas para dormir. Ya sabían de antemano manos que no podrían igualarse a los Pajes y Pajas de los Reyes Magos, que aunque venían andando como los que hacen el ‘camino de Santiago’, se lo pasan pipa en pomposos desfiles organizados por los ayuntamientos. En los de cortita economía, los tractores lucen más que las carrozas y hasta los concejales lanzaban caramelos caducados. Al parecer, alumbrado, pre-uvas, y desfile de los Reyes, importaban más que: trabajo, vivienda, arreglos de calles, recogida de basura, y limpieza en general. Estas cabalgatas endulzas las mentes cuando vemos  sonrisas de los niños, que nos convierten ya no en inocentes, sino  en carajotes.

Cuando en Laponia, Papá Noel se disponía a descender con su trineo igual que Mary Poppins, el Elfo que llevaba el megáfono, como en la huelga de marineros, gritaba ¡Todo el mundo detrás de la Camparta!. Pancarta en la que se leía U. T. E. L. (Unión de Trabajadores Elfos de Laponia), y los demás repetían: ¡Queremos estufas!, ¡Mejores convenios!, ¡Un día de descanso en Otoño-Invierno!.  

Por desgracia, otros niños menos afortunados reciben los jinetes de: la Conquista, la guerra, el hambre y la muerte, y pasan por delante de nuestros ojos como lejanas irrealidades que, nada tienen que ver con el mundo en que vivimos. A veces, para que no afecten nuestros sentimientos, mediante donaciones y entrega de alimentos, intentamos proteger la creencia religiosa que emana de nuestra fe cristiana. Incluso cambiamos de canal al ver niños llorando, hambrientos, heridos, o envueltos en sudarios ensangrentados, para no sentirnos culpables de esa tragedia que sigue ocurriendo en el resto del mundo.

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