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Patio de monipodio

Playas de Sevilla

No hay ni habrá quien le quite a los sevillanos el amor a la playa. El placer del agua, la visión inmensa de la mar, las caricias de las olas...

Publicado: 14/02/2025 ·
00:18
· Actualizado: 14/02/2025 · 00:18
  • Río Guadalquivir. -
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

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Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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No hay ni habrá quien le quite a los sevillanos el amor a la playa. El placer del agua, la visión inmensa de la mar, las caricias de las olas hasta cuando nos derriban. Sevilla nació en medio del Océano, en un golfo con sus cabos extremos bien separados entre sí. El tiempo la hizo continuar en un lago, un lago inmenso comunicado con la mar cercana a través de los canales entre rocas y por la desembocadura o es más probable desembocaduras del Guadalquivir, Betis romano y poeta, rio Grande, Gran Rey para Góngora, camino de comunicación y canal de navegación, el único natural en la península.

Pero la retirada del Océano no justifica la oposición a disponer de un espacio playero específico, aunque sea de agua dulce. Un espacio que podría engrandecer al Parque del Alamillo en el meandro de San Jerónimo, un espacio amplio, extenso, que acercaría a sevillanos y visitantes el regalo moscovita del original Monumento a Cristóbal Colón, tan abandonado en estos momentos. Sevilla no necesita mirarse en nadie, porque méritos no le faltan. Pero recordemos, si acaso para escarnio de concejales y alcaldes (quizá todos menos uno), contrarios a la playa urbana y burlescos con ella, será para agrandar su gran ridículo. Tienen playa el Sena en París, el Spree en Berlín o el Pisuerga en Valladolid, entre otras muchas, ciudades todas frías y por tanto muchísimo menos necesitadas que Sevilla de refrescarse en verano.

Sin comparaciones, no es Sevilla quien no lo merece: son esos concejales catetos, incultos y crecidos en su pequeñez, quienes no merecen el cargo pese a todo otorgado por los sevillanos. Los 44 o 45 grados en aumento, no son “fanatismo climático” y bien justifican un lugar dónde la compañía de una masa de agua limpia y refrescante y un baño ayuden a mitigar la calor y la evocación de la mar desde que el Océano se retiró de sus orillas. Que a pesar de hacer ya más de dos mil años, ha quedado impresa en el inconsciente colectivo, aunque parece que sólo el de las personas inteligentes.


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