Es un rumor y de ahí –por el momento- no pasa, pero está el corral revolucionado porque, dicen, el gallo más simbólico de Jerez, el Gallo Azul- estaría a punto de volar y de hacerlo hasta tierras chinas. Vaya, es un decir, que la joyita de Aníbal González difícilmente levantará el vuelo y dejará su espacio en la calle Larga donde, ahí sí que sí, es el dueño del corral. Dicen que cuando el río suena, agua lleva; y esta sentencia extramamente conservadora duele porque, si no siempre sí casi, suele tener su puntito de razón. Más cuando de chinos se trata, que son gente sin cuento y, si hace un año se inició a mal hablar que Fumanchú quería tomar churritos en La Vega, poco después fue Sui Ping Zhang quien, más corto que perezoso, se hacía con las riendas de aquel negocio… El café de La Vega sigue siendo el mismo y los churros de la churrera chorrean el mismo aceite y, en la madrugá, mojan las meonas, de morado y farol en mano, su colesterol por reponerse de alma y de cuerpo, de la noche del Señor. Ahora –si se cumple el run run-, ese señor será chino y bienvenido será si logra ayudar al mantenimiento y el sostén de una ciudad cuya corsetería empresarial no da para mantener erguidas sus carnes que no son ya jóvenes, ni apuestas, ni turgentes. Y es que estos chinos, cuya economía capitalista/comunista crece al 9%, bien nos pueden dar clases en ciertas cosas en las que Jerez, Andalucía, España y Europa parecen haber entrado para siempre en el sueño de los justos.
Así, y mientras en estas tierras, al mantra de la gran banca y los financieros, parecemos resignados a poner la boca contra la pared como ignota fórmula de asegurar el crecimiento…-habrá que consultar con algún pediatra- estos –los chinos- han dado con el trigémino y como el doctor Asuero salen y curan de todos sus males con inversiones públicas de capital y con trabajo, que lo uno y lo otro no tienen porqué ser conceptos refractarios. Me pasmo –en los bares, donde corre la noticia- cómo el personal indolente frente al cortado y la caña, se hace cruces de cómo “estos chinos” nos van a robar el alma, y hasta hay quien exige que sea el propio Ayuntamiento quien tome cartas en el asunto y ahuyente la fiebre amarilla…”Que no es cosa que estos asiáticos vengan a ser dueños de Jerez donde no estamos acostumbrados a que ningún guiri se lleve de extranjis nuestras tradiciones, nuestra economía, nuestra cultura…”. Y es que, ciertamente, no es de recibo. No lo es. Que, bien está que IKEA, pase que Bean, bueno que Luz Shopping, y hasta venga que Pull & Bear vista nuestros cuerpos como antes lo hizo Saldaña, ilumine nuestros huecos como lo hiciera Quirós, alimente nuestras almas como un Maestro Sierra, o llene nuestro salón donde antes no entraba sino Ragel, pero que un chino nos sirva la copa… ¡Ya vale con que sean japos quienes llenan la platea del Villamarta para el Festival de Jerez…!
Y es que Jerez, Andalucía, España y toda la Europa Nostra se ha quedado catatónica contemplando cómo llegó la crisis –cuando tan felices nos la prometíamos- aquí construyendo casas que nadie –más que la banca- necesitaba para especular, repartiendo achicoria para todos sí que a precio de café, y allá, deconstruyendo una Europa sin ni siquiera pies de barro donde, porque no se dijera, entraron hasta griegos sin un dracma, y esto sabiendo cómo éstos, de tradición clásica, son dados a recibir y no le hacen ascos, si hay agujero que se presta, a dar y por hacerse sentir, gustan de usar arena y mármoles y piedras de pentelikón, con que hicieron y mostraron el Erectaion…Y erectos y lubricados siguen. Mientras los chinos hablan y pujan y muestran sus cartas, en Europa, en España, en Andalucía y en Jerez parece llegada la hora de los silentes y es así que es mejor no hacer ruido, no decir, no proponer, ni comer, ni beber, ni actuar, ni gastar. Como osos invernados a la espera de que pase el invierno y la primavera nos despierte, sólo que, necesariamente, delgados, fatigados, sin músculo y sin reservas para el nuevo tiempo.
Mientras, en Cannes, se reúne el G-20. La reunión va a escote de los bancos y los financieros, los mismos que se frotan las manos y exigen desde sus “mercados” austeridad a los Estados. Qué se hará: debe ser el signo de los tiempos.
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