Rara interpretación ha hecho el alcalde de Zaragoza de la Ley de la Memoria Histórica. Catorce meses después de su aprobación en el Parlamento decide cambiar el nombre de una de las calles céntricas de su ciudad dedicada a un militar franquista por el del fundador del Opus Dei.
El escándalo en la capital maña no ha hecho más que empezar. Una cosa es la devoción del alcalde y otra muy diferente olvidar el apoyo que Escrivá de Balaguer prestó al régimen de Franco. Los miembros de la Obra se hicieron fuertes en los últimos gobiernos de la dictadura desplazando a los falangistas y había cuatro ministros del Opus en el Ejecutivo que firmó las condenas a muerte de los últimos fusilados.
Resumiendo: en esta peculiar aplicación de la Ley de la Memoria Belloch ha quitado la calle a un general que apoyó a Franco para dársela al fundador de una rama de la Iglesia que, cuando interminables años después, desde todos los ámbitos de las democracias internacionales se condenaba al régimen, le dio el apoyo moral y religioso para continuar con la cruzada y seguir fusilando.
Así es como entiende el alcalde de Zaragoza que se debe aplicar la Ley. Para justificarse ha empleado argumentos tan peregrinos como decir que Karl Marx también tiene una calle en Zaragoza; o que Escrivá de Balaguer era de Barbastro, que es una localidad de Huesca no un barrio de Zaragoza.
También defiende Belloch la santidad de Balaguer como un argumento irrefutable para la concesión del honor. Pero hay vecinos que se preguntan si entre todo el santoral no había otro nombre menos ligado al franquismo que el fundador del Opus Dei.
Otra vez, como ya ocurrió cuando formaba parte de los gobiernos de Felipe González, Juan Alberto Belloch juega a lo suyo. En aquel entonces mantenía fluidas relaciones con personajes que querían tumbar a su gobierno y ahora reinterpreta el laicismo de Zapatero coqueteando con la Obra.
Todavía se ha atrevido a descalificar a los que le critican diciendo: “que tengamos una izquierda sectaria es un hecho, pero afortunadamente convivimos con otra serie de personas progresistas a los que el sectarismo nos parece lamentable”.
¿Qué tendrá que ver la progresía, de la que sorprendentemente dice formar parte, con una interpretación torticera de la Ley que pretendía reconocer los derechos de quienes padecieron persecución o violencia durante la dictadura?