Desde el paraíso -la mujer- creada y sacada del hombre para que juntos formaran pareja, convivencia y compañía, fue tentada y desobedeció e hizo lo propio con el hombre, que también tentó y cayó.
A partir de ahí, su evolución hasta nuestros días, ha sido un largo, duro y difícil caminar, no exento de contrariedades a su paso por el proceso de las diferentes etapas que ha tenido que superar.
Y en cada proceso, generalizando y a grandes rasgos, se ha amoldado convenientemente a los tiempos que le ha tocado en suerte vivir, pasando por una situación, tal vez, de absoluta indefensión y de inferioridad frente al hombre.
Y ha tenido que vencer a la sociedad, cuya presencia de -mujer- siempre se ha contemplado, situándola no más allá del espacio limitado de su hogar y de las complicaciones que genera ser -ama de casa- oficio perenne, en el que por cierto -no hay paro- ni vacaciones y del cual nunca se jubila. Pero el avance del progreso, los cambios de mentalidad, y las situaciones económicas, la empujaron a salir al mundo exterior para incorporarse en él y en la complejidad estructural de la sociedad en todos sus aspectos y en todos sus sentidos.
Independientemente de las conquistas conseguidas, cuenta en su haber con el rédito de su condición natural, especialísima y excepcional que sólo ella posee, por ser la receptora de la creación reproductora de la especie.
Condición privilegiada y exclusiva que le concede la figura única y excepcional de -madre- que la distingue de cualquier otro ser de naturaleza racional y humana.
Esa figura singular de -madre- la dispone en ocasiones, ha ejercitarla antes e incluso que la de esposa y su protección sobre sus hijos, no tiene límites. Además de su capacidad de reacción hartamente demostrada ante todas las adversidades que proporciona la vida y en el soporte del dolor físico y sentimental; evidenciando estar mejor preparada que el hombre en estos y otros muchos casos y menesteres.
Sin embargo, a cambio, ha tenido que rendir algún tributo además de las debilidades propias de la condición humana y por tanto, no se inhibe del consumismo ni de seguir la dinámica actual de la globalización. No obstante, su incorporación en el mundo laboral de prolongado alcance, la desplaza y la imposibilita después de su maternidad a permanecer los primeros años junto a su bebé en esa etapa tan necesaria y esencial para el desarrollo de la vida futura de su hijo. Circunstancia aunque contemplada en los primeros meses del posparto, tal vez su regulación no sea suficiente en el tiempo por cuanto significa su imagen en ese proceso evolutivo.
Significativamente después de este largo preámbulo y trasladando estos argumentos al desarrollo, que la mujer pretenda ejercer en nuestras hermandades y cofradías -igualándose al hombre- en cualquiera de las actividades que se proponga actuar, tenemos el caso, ya consumado y con verdadero éxito, de su incorporación a nuestras queridas corporaciones.
Creo sinceramente, que su figura en las mismas, ha venido no exactamente a llenar un vacío -que también- pero sí a ayudar y a colaborar eficazmente en una serie de funciones, que por su condición femenina, la sensibilidad propia relativa a la manera de concebir la estética, la de utilizar sus dotes domésticos y la de socorrer a los necesitados; supera por lo general al hombre. Así como también, la de realizar otras funciones administrativas y organizativas a plena satisfacción. Porque antes, la mujer en la hermandad solo se concebía ejercitando sus labores en calidad de camarista, servicio doméstico y poco más.
Hoy sin embargo, tenemos en el conjunto de nuestras hermandades y cofradías, a un buen número de niñas, adolescentes y jóvenes mujeres, aunque todavía no el suficiente. Y no solamente me refiero a las mujeres que salen en procesión revestidas con el hábito penitencial, que en este caso, por cierto, son bastantes, sino a las que se están incorporando a las Juntas de gobierno; ocupando cargos de responsabilidad, llegando incluso al de hermano/a mayor, de lo cual, hemos tenido antecedentes en la hermandad de la Expiración, San José y en otras asociaciones para-cofrades.
Por tanto, desde aquí en un día tan especial dedicado a resaltar el perfil y la labor de -madre- reivindico su presencia y su actuación en nuestras queridas corporaciones, para que cada vez sean más fluidas, copiosas, necesarias y eficaces. Pero eso sí, que lleguen absolutamente convencidas y con la formación adecuada y suficiente de lo que significa pertenecer a una hermandad; porque la formación y el conocimiento será fundamental en el éxito del ejercicio de sus funciones.