Añora volvió a ser un año más la luz que iluminó la comarca en la noche más blanca del año, cuando la oscuridad del atardecer da paso a la fiesta de adoración de la cruz, el primer sábado de mayo, y las calles noriegas comienzan a llenarse de un bullicio que pregona una de las tradiciones más arraigadas de la localidad. La fiesta de las cruces en Añora es única en la comarca, donde la veneración a la cruz ha tomado un tinte especial, un estilo propio que la hace singular y de la cual las cruceras presumen no sin razón.
Esta fiesta comienza a fraguarse al calor de los braseros en las tardes de febrero, cuando las cruceras noriegas, reunidas por calles y por lazos hechos año tras año en estas labores, se reúnen para poner sobre la mesa las ideas para los motivos florales que llevará ese año la cruz de mayo. Es importante elegir el color y el motivo floral, pues esta será la premisa que seguirán con rigor y entusiasmo tarde tras tarde en las que trabajarán en la elaboración de las centenares de flores que servirán ese año para vestir la cruz, bien sea interior o exterior. Los materiales para realizar las flores pueden ser muy variados, desde telas, organzas, tules e incluso elementos naturales como hojas y artificiales como plásticos, son la base de este arte de convertir un objeto vulgar en arte floral.
El secretismo que rodea estas tareas manuales es parte de la fiesta, pues no es raro que madre e hija participen en el adorno de distintas cruces y no puedan compartir los avances por miedo a que se descubra el diseño de la misma. Aunque existen las llamadas espías, que son las niñas que envían de una a otra cruz para que hagan preguntas indiscretas que desvelen los misterios que tan celosamente guardan las cruceras, a las que se reciben bien pero se despiden con aspavientos una vez descubren sus intenciones. Las tardes de invierno se hacen largas mientras las cruceras preparan las flores, hablan sobre el discurrir de las cosas en Añora y si se cansan en sus labores toman un café acompañado de los rosquillos fritos o las hojuelas tan típicas en estas fechas. Un lamento que se hace constante entre las cruceras es la pervivencia de esta fiesta, ya que son pocas las noriegas jóvenes que participan en esta fiesta y tienen miedo de que un día desaparezca, aunque este año se han mostrado bastante ilusionadas porque un grupo de jóvenes, no sólo cruceras sino también cruceros, han montado una cruz de mayo interior que a la vez ha servido de homenaje a las cruceras mayores, pues en la puerta se han expuesto fotografías antiguas donde se han podido ver cómo trabajaban estas mujeres en torno a la confección de la cruz.
No hay un organigrama establecido entre las cruceras, pero cada una tiene asumido su cometido, las hay que son más habilidosas pare crear diseños novedosos, las que hay que tienen más maña a la hora de los trabajos minuciosos de las flores y están las cruceras que son manos sabias a la hora de colocar tules y sábanas para hacer del rincón donde se va a adorar la cruz en un punto de luz único. Una de las cruceras es la encargada de la cruz, de forrarla de tela blanca, colocarle el cerco y la banda y darle un toque especial a los crucifijos de oro que la adorna. Estos crucifijos tienen un doble valor, pues son los regalos que las suegras le hacen a las nueras el día de la boda, y que ellas guardan con primor para luego mostrarlos orgullosas en la cruz, pues mientras más cruces tenga más bonito quedará el conjunto.
El trabajo de las cruces interiores es lento pero seguro, se trabaja sobre el lugar donde se ubicará la cruz, lo que da una mayor certeza del resultado final. Sin embargo, las cruceras de las exteriores asumen riesgos que no se esclarecen hasta el mismo día de adoración de la cruz. Bien temprano sacan a la calle los adornos que han ido elaborando los meses anteriores, y comienzan a armar el esqueleto de la cruz. El cerco, la banda, la estructura que recubre la cruz y los adornos que rodean el conjunto se van uniendo poco a poco. No saben cómo quedará, o si será cómo ellas han imaginado. Hasta la tarde no pueden tener una idea de conjunto, cuando ya la cruz entera está vestida, y el suelo está lleno de manzanilla que dé un olor especial a la cruz, para que los visitantes de dejen llevar por los sentidos.
Cuando el sol se está poniendo, las cruceras abren las puertas de las cruces interiores y se sientan en las mesas camillas, donde pasarán la noche velando la cruz, mientras los visitantes las felicitarán por su labor y les preguntarán por este arte barroco que tan orgullosas muestran. En las cruces exteriores se encienden las candelas, alrededor de las cuales se cantarán los mayos y se bailará la jota noriega, para hacer animar más aún si cabe esta noche de fiesta.
Cada año son más las cruceras que deciden no sólo decorar la entrada de las cruces interiores y los alrededores de las exteriores, sino también las calles con elementos florales naturales, banderolas y objetos que recuerdan el pasado agroganadero de la localidad y la comarca. Es típico que las cruceras interiores exhiban los cercos con los que adornaron la cruz en años pasados, para que así el visitante tenga una idea de conjunto del trabajo que cada año se realiza.
El Ayuntamiento de Añora también se suma a la fiesta dando la bienvenida a los miles de visitantes que acoge la localidad esa noche, para ello les ofrece una degustación de repostería típica como son los roscos, las perrunas, los turrones, los borrachuelos, las magdalenas o las hojuelas, que pueden servir de acompañamiento al chocolate que ofrecen caliente en cada cruz. También hubo este año una exposición de útiles de labranza y de productos artesanos, a la vez que la actuación del grupo de folclore Alcaria, con el baile del Grupo de Danza San Rafael de Córdoba, seguido después por los jerezanos La Jambre, que consiguieron que los visitantes salieran a bailar improvisadas jotas. Estos grupos pasearon y cantaron por cada una de las cruces durante toda la madrugada, hasta las 5 de la mañana, cuando las cruceras se reúnen en la Casa de la Cultura para conocer los premios que se conceden a las cruces más bonitas y laboriosas de ese año. En esta ocasión, el premio para la cruz exterior fue para la Cruz de Arriba, que con ornamento floral con tonos rosas confeccionó carruajes que adornaron y suavizaron el granito de la cruz, mientras que el primer premio para la cruz interior fue compartido por las dos cruces de la Calle Concepción, en los números 18 y 28, donde están reunidas las cruceras más veteranas en estas artes. En infantil el premio se lo llevó la Cruz de 2º de ESO, siendo la única que ha participado este año. Aunque en ese momento se quiso tener una mención especial al trabajo realizado por los jóvenes que han vestido la cruz, para que sus pasos sean seguidos por otros y que no se abandone esta bella tradición.