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Doble satisfacción

Un hola y un adiós para recordar. Hacía mucho tiempo que el aire no traía un soplo de ilusión colectiva tan fresco como el que me atrevería decir que la mayoría hemos sentido al ver a Patxi López al frente del Gobierno vasco...

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Un hola y un adiós para recordar. Hacía mucho tiempo que el aire no traía un soplo de ilusión colectiva tan fresco como el que me atrevería decir que la mayoría hemos sentido al ver a Patxi López al frente del Gobierno vasco, y al ex lehendakari Ibarretxe camino de su casa. La velocidad a la que pasa el tiempo es personal y subjetiva, pero al menos yo no me acuerdo cuál fue el último acontecimiento político que me hizo sentir aquella sensación de estreno de la Transición. Pero tal vez el nombre que mejor refleje este sentimiento sea el de esperanza: el arma más poderosa de todas las que pueden mover el corazón de un ser humano.

Treinta años de un mismo partido en el poder desgasta la calidad de la democracia, la carne es débil, y los españoles tenemos comprobado que sea cual sea el partido enquistado en el poder, termina inevitablemente por tender a su alrededor una red clientelar de socorros mutuos que invade cualquier ámbito, degenerando en régimen, con los políticos como araña. Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha son los ejemplos más conocidos de estas anomalías democráticas, legales y legítimas que conste: pura voluntad popular. Hasta que el pueblo reacciona y convoca al espíritu de la alternancia, y se produce el cambio que regenera el aire viciado del sistema, también por voluntad popular.

El mantenimiento en el tiempo del pesebre alienta proporcionalmente la multiplicación de generación en generación de los estómagos agradecidos, sea cual sea el capataz, de derechas o de izquierdas. Pero, en mi modesta opinión, ninguno de estos regímenes ha sido tan dañino para la libertad como el que ha propiciado la perpetuación del PNV al frente del gobierno y de los destinos vascos.

El nacionalismo es un puro viaje a la Edad Media que no comparto en absoluto, pero en Euskadi, además de la estrechez de miras que en mi opinión aqueja a todos los nacionalistas, yo creo que hay que apuntar en el debe del nacionalismo democrático vasco que aún exista ETA. Mucha de esa culpa, la responsabilidad política, yo creo que debe recaer sobre Ibarretxe. No porque el PNV ni el propio Ibarretxe amparasen el terrorismo, sino por no haberlo combatido con la contundencia que el resto de los demócratas españoles sí han mostrado contra el terrorismo, incluidos los nacionalistas catalanes, ERC y por supuesto CiU, para y hasta derrotar a su ETA, la felizmente derrotada Terra Lluire.

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