Ver la declaración de un presidente de gobierno (en minúsculas, a conciencia) como testigo en uno de los casos más conocidos de corrupción de nuestro país era un hecho evidente, desde la simple lógica. Innecesario, eso sí, el paripé tan enorme realizado, para que salga impune de todo… Lo extravagante es que ante sus típicas frases absurdas y borrachas de escapismo, la oposición política y la sociedad en su conjunto no lo mandemos a buscar gamusinos al Polo Norte. Este panorama me recuerda que “El sistema: con una mano roba lo que con otra presta. Sus víctimas: cuanto más pagan, más deben. Cuanto más reciben, menos tienen. Cuanto más venden, menos cobran”… Así expresa el escritor y poeta Eduardo Galeano la situación dialéctica y extremadamente opuesta del posicionamiento de quienes dominan y de quienes por el contrario, tienen que asumir un papel de sumisión y explotación. Lo cierto es que en esta aldea global se continúa frenando cualquier destello de expansión de los derechos humanos de las tres cuartas partes de la población mundial. Y España no está libre del deterioro del Estado de Bienestar. Entre las lacras que lo erosiona, es precisamente la falta de voluntad política gobernante (muy permisiva con sus fracturas éticas) de mejorar las condiciones de las mayorías. Existe una estrecha relación entre conceptos que suelen ser considerados como sinónimos, pero donde existen matices diferenciales: Pobreza (Estado material que puede computarse), Desigualdad (Medida que evalúa la distribución de la riqueza o de la renta) y Exclusión Social (Proceso Individual dentro de un marco colectivo). Es difícil diferenciar y circunscribir los límites de estos términos. La Unión Europea define que: “Pobre es aquella persona, familia o grupo, cuyos recursos materiales, culturales y sociales son tal limitados que les excluyen del mínimo nivel aceptable en los estados miembros en que viven”. Es decir, a quienes se encuentran en una situación de precariedad socioeconómica extrema, se les empuja directamente a una privación de sus derechos y libertades para su participación activa dentro de su contexto social y cultural. Estando en los umbrales lejanos de lo “deseable” y acogiéndose a los duros reveses de la marginación social, sufriendo una exclusión de naturaleza dual: Externa (señalada e impuesta por el entorno) e Interna (autopercepción negativa de la existencia). En España y concretamente en Andalucía, no son pocas las personas que se encuentran en una situación de grave vulnerabilidad en esos tres parámetros. Según el indicador Arope, en 2016 tuvimos unas cifras muy elevadas. En Andalucía hay 2.994.418 personas en riesgo de pobreza. Y respecto a la “extrema”, Andalucía se convierte en la segunda comunidad con los datos más altos, después de Canarias. Más de 1 millón de andaluces/zas sobrevive con ingresos inferiores a 332€ mensuales por unidad de consumo. Es la tercera entre las regiones españolas con la renta media más baja del país, solo superada por Extremadura y Murcia. Por eso, permítanme, aunque sea un periodo estival para muchas/os, recordar en estas líneas que hay quienes esperan, día tras día, oportunidades reales para dignificar su existencia personal, familiar y social. Rajoy, vete a…
Eutopía
A por gamusinos al Polo Norte
Ver la declaración de un presidente de gobierno (en minúsculas, a conciencia) como testigo en uno de los casos más conocidos de corrupción era un hecho evidente
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