Susana Díaz ha cambiado su discurso y donde antes la presidenta decía que quería "agotar la legislatura", ahora dice sólo "aprovechar al máximo la estabilidad". No es lo mismo. Su equipo, al que reunió la semana pasada para preparar el trabajo de los próximos seis meses, ya ha empezado también a transmitir en distintos foros que la legislatura está acabada.
En este sentido, basta recordar las declaraciones del consejero de Hacienda y Administración Pública,
Antonio Ramírez de Arellano, la semana pasada en Ondaluz TV. Si el responsable de negociar y sacar adelante los Presupuestos de la Junta para el año próximo ya, en el mes de junio, dice que "la legislatura está concluida, en términos generales", es que realmente está agotada.
El Gobierno andaluz ya anda preparando el terreno a un posible
"adelanto técnico", que no puede entenderse, dicen, como un adelanto electoral, lo que equivaldría a poner en evidencia la palabra empeñada por Susana Díaz desde hace muchos meses. Y eso sí que no lo van a hacer.
Las elecciones, porque así lo establece la
Loreg (Ley Orgánica del Régimen Electoral General), no se pueden celebrar del 1 de julio al 31 de agosto. Y necesitan que pasen 54 días desde la publicación de la convocatoria al día de la votación. Y sabiendo esto, ya el Gobierno andaluz empieza a defender máximas del tipo "hablar de adelanto electoral sería una exageración, teniendo en cuenta los meses que faltarían después del verano hasta las elecciones", o que "es irrelevante que las elecciones se celebren en otoño o en marzo".
El efecto Sánchez
Se da otra circunstancia: el
efecto Sánchez. En el PSOE-A saben que, contra lo que en la sede de San Vicente y en el Palacio de San Telmo se esperaba, la moción de censura ha hecho
renacer al partido de sus propias cenizas. Pero nadie sabe cuándo las alas de Pedro Sánchez, como las de Ícaro, se derretirán por el sol del poder y éste volverá a precipitarse contra la dura realidad del suelo.
Las decisiones de Sánchez, más allá de las estéticas en la formación del Gobierno, no están siendo, para Susana Díaz, las propias de un
gobierno amigo. Su principal reivindicación ante Madrid, primero con
Rajoy-Montoro y ahora con
Sánchez-Montero, se ha quedado en nada tras el anuncio del presidente del Gobierno de aplazar sine die la reforma del actual sistema de financiación autonómica. Mientras más tiempo pase hasta que unas elecciones, que siempre tienen algo de plebiscito, ratifiquen a Díaz como referente en Andalucía, más tiempo tendrá Sánchez de desbaratar lo que la sevillana ha ido tejiendo.
Todo el mundo coincide en que Susana Díaz convocará las elecciones cuando le convenga. A ella misma le convenía apelar, como Rajoy, a la estabilidad de la que disfruta y con la que pensaba apurar la legislatura. Pero la estabilidad, como a Rajoy, se le puede ir al garete en el tiempo que se tarda en dictar una
sentencia.
Es muy probable que ese momento, el más propicio para que Díaz convoque las elecciones, esté próximo. La sentencia del
caso ERE no estará antes de final de año, con toda probabilidad. En el PSOE se insiste en que este caso no es comparable al de la
Gürtel, pero ya veremos lo que dice el tribunal. Lo mejor para las aspiraciones del PSOE, en cualquier caso, parece obvio que sería sacarlo de la ecuación.
Además, el PSOE aún está fuerte como marca. Pero las
hipotecas del presidente Sánchez con los independentistas pueden pasarle factura al PSOE en una tierra como Andalucía, donde el sentimiento españolista es muy potente. Y eso es algo que Susana Díaz ha demostrado sobradamente que conocía bien.
Y
el PP está completamente desnortado en este momento. Hasta final de julio no tendrá presidente nacional y la pelea por suceder a Rajoy es de suponer que producirá un desgaste importante, del que, no obstante, no cabe duda de que el PP comenzará a recuperarse tras el verano. A qué ritmo y si llegará a tiempo y en condiciones de aspirar al podio en el Gran Premio electoral de Andalucía habrá que verlo. Pero cuanto antes se celebren las elecciones, menos opciones tendrá el PP para recuperar la forma.