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El Loco de la salina

La fiebre amarilla

Señor, solamente espero de tu divina misericordia que el cielo siga siendo azul, como La Isla, por mucho tiempo.

Publicado: 24/12/2018 ·
14:12
· Actualizado: 24/12/2018 · 14:12
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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“Me han dicho que el amarillo está maldito “pa”· los artistas…,” así comienza el himno no oficial del Cádiz C.F., obra del chirigotero Manolito Santander. Y, aunque parezca mentira, ese color sin embargo es gloria bendita para los cadistas. Llevo días dándole vueltas al coco, pero no me aclaro. ¿Qué está pasando con el amarillo? Veo amarillo por todas partes. Y eso que al Canario lo va a pillar el tranvía.

Nadie podrá dudar de que La Isla lleva padeciendo ya hace tiempo la fiebre amarilla, la invasión de los chinos, y lo que te rondaré, morena. No hay comercio que aguante dos días abierto. Todos se van convirtiendo en “Todo a un euro” (debería decir “eulo”). La cosa está llegando a tal punto, que, si usted es un poquito observador, podrá comprobar que los cañaíllas que vienen al mundo nacen con los ojos más rasgados cada vez y la cara más amarillita. Y es que los chinos son muy listos y saben multiplicarse. Incluso en poco tiempo son capaces de hablar español. Y sin embargo, si yo fuera a China, en poco tiempo los chinos que vivieran a mi alrededor hablarían español y andaluz. ¡Uff…, ahí viene el de Correos con el carrito amarillo! Cojo la revista del manicomio de esta semana y me encuentro en primera página con que el amarillo va a ser el color de moda para los próximos ocho meses. ¿No hay más colores? Las pasarelas de invierno parece que vienen cargadas de amarillo, que, aunque es un tono difícil de combinar, dicen que es muy agradecido coordinado con el negro (la verdad es que no sé con qué negro de todos los que hay estos días en la Alameda). Por si faltaba poco, los separatistas catalanes se han agarrado al lacito amarillo y no lo han soltado ni en la huelga de hambre, con el reflejo tan chungo que daba en sus demacradas caritas, angelitos. Mi vecino, enamorado de los Beatles, se pasa el día poniendo a todo volumen “Amarillo el submarino es, amarillo es…”, mientras que el de enfrente no se queda atrás con “Tengo un tractor amarillo, que es lo que se lleva ahora”. Para volverse locos.

Y ¿qué me dice de los franceses? ¿Dejará de haber en Francia chalecos de todos los tonos y colores? Pues no, para protestar a todo trapo escogen el chaleco de color amarillo, que, dicho sea de paso, les sienta fatal. Y para señalar a los mejores ciclistas cogen el maillot amarillo. Como todo tiene su historia, he leído en la biblioteca que parece que en 1673 Moliere estrenó el ballet-comedia “El enfermo imaginario” y dicen que desde entonces los actores de teatro no llevan el color amarillo porque Moliere, pocos días después del estreno, se sintió indispuesto y murió en su domicilio. Vestía ropas de color amarillo y por eso el amarillo trae un gafe horroroso. Yo no me lo creo, porque este señor era un cachondo mental, pero los supersticiosos no olvidan. Decía entre otras cosas: “La muerte es el remedio de todos los males; pero no debemos echar mano de éste hasta última hora”. Además, su epitafio, escrito por él mismo, no tiene desperdicio: “Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien”. Pero hay más. ¿Qué está pasando, que hasta las yemas de los huevos vienen cada vez más amarillas? ¿Y los plátanos? ¿Y los Simpson? ¿Y los pollitos? ¿Y Bob esponja?

Señor, solamente espero de tu divina misericordia que el cielo siga siendo azul, como La Isla, por mucho tiempo.

 

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