Este martes, esa cosa tan distante para los ciudadanos corrientes - el “ordinary people” de los ingleses-, como el Tribunal Supremo, tanto del Reino Unido como de España han dado alegrías a los ciudadanos tanto de sus majestades históricas del Reino de España como a los de la Casa de Windsor.
Esta cursilería no es sino una muestra del contento por unas sentencias que le dan la razón al pueblo sobre lo que quieren los poderosos y los que han pretendido burlar su soberanía al Soberano, que nunca es el Rey, sino el pueblo, del que emanan todos los poderes siempre en democracia. Lo dijo antes que nadie en “Educar al Soberano” el educador y político argentino, Domingo Faustino Sarmiento en 1900.
No es nada habitual esa coincidencia de que a la misma hora del mismo día dos tribunales tan distantes hayan dictaminado que el cierre del parlamento británico es contrario a derecho y que desenterrar de un monumento de culto a un dictador es ajustado a los deseos del pueblo español, dado que fue votado en el parlamento sin ningún voto en contra. No ocupaban escaños entonces en el Congreso de los Diputados los tardofranquistas de Vox, que añoran el recorte de derechos y la “Conquista, que no Reconquista” de un Don Pelayo o un Cid Campeador. - como ahora subraya hasta Arturo Pérez Reverte- que nunca existieron como ellos lo imaginan.
El cierre del Parlamento Británico se ha hecho ilegalmente, han sentenciado los magistrados de la Corte Suprema del Reino Unido y el presidente o speaker de la Cámara de los Comunes -uno de los extranjeros más populares en España- John Bercow, se dará el gusto hoy de abrir la sesión con su grito de orden “order, order, order” en todos los tonos posibles, pero lo significativo es que el poder legislativo le ha ganado la partida al ejecutivo abusivo e injusto que quiso acallar la voz del pueblo. La separación de poderes ha triunfado en la democracia más añeja del mundo.
En España, el gobierno de Pedro Sánchez ya ha pasado a la historia. Sin más. Sacar al dictador sanguinario Franco de un mausoleo honorífico era una obligación democrática. Cerrar las heridas de una guerra entre españoles - con la sombra de Hitler y Mussolini- era una necesidad histórica. “Paz, Piedad y Perdón” suplicaba Azaña. Cierto. Necesario. Pero también con justicia para las víctimas.