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El sexo de los libros

Stéphane Mallarmé y el hermetismo

Mallarmé nunca se adhirió a ninguna obediencia esotérica. Lo que le interesaba era resaltar el carácter equiparablemente mágico de la sugestión poética...

Publicado: 04/11/2019 ·
09:10
· Actualizado: 04/11/2019 · 09:36
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  • Retrato de Mallarmé por Manet
Autor

Carlos Manuel López

Carlos Manuel López Ramos es escritor y crítico literario. Consejero Asesor de la Fundación Caballero Bonald

El sexo de los libros

El blog 'El sexo de los libros' está dedicado a la literatura desde un punto de vista esencialmente filosófico e ideológico

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Stéphane Mallarmé es, sin lugar a dudas, el más hermético entre los grandes de la época, tanto en el sentido lingüístico y literario como filosófico y esotérico, con una obra en la que el lenguaje es esencializado como ostentador del absoluto (de un absoluto) en su máxima expresión factible. ¿Qué absoluto? Probablemente, la nada. Ahora la palabra se sitúa inapelablemente por encima de los significados y la realidad positiva se desvanece sin retorno, pero no dejando tras de sí el vacío, sino desnudando el poder de esa palabra anterior al contenido, por lo que el referente del lenguaje poético será la epifanía del mismo lenguaje en su estado más primario. No decir, no comunicar, sino sugerir.

Mallarmé hizo incursiones en la tradición hermética, tan utilizada por ciertos escritores (unos desde el conservadurismo y otros desde el progresismo) como utensilio de protesta frente a la sociedad burguesa y mercantilista. De Maistre, Eliphas Lévi, Saint-Martin, Joseph-Antoine Boullan (Abbé Boullan), Helena Blavatsky, Joséphin Péladan, Stanislas de Guaita, Papus (Gérard Encausse), son muy leídos como portavoces del ocultismo, muchos de los cuales ven la poesía como un acontecimiento milagroso, profético y correlativo a los misterios elementales.

En su artículo 'Magie', Mallarmé expone: “Je dis qu’existe entre les vieux procédés et le sortilège, que restera la poésie, une parité secrète; je l’énonce ici et peut-être personnellement me suis-je complu à le marquer, par des essais, dans une mesure qui a outrepassé l’aptitude à en jouir consentie par mes contemporains. Évoquer, dans une ombre exprès, l’objet tu, par des mots allusifs, jamais directs, se réduisant à du silence égal, comporte tentative proche de créer: vraisemblable dans la limite de l’idée uniquement mise en jeu par l’enchanteur de lettres jusqu’à ce que, certes, scintille, quelque illusion égale au regard”.

Sin embargo, Mallarmé nunca se adhirió a ninguna obediencia esotérica. Lo que le interesaba era resaltar el carácter equiparablemente mágico de la sugestión poética, la eufonía, las correspondencias auditivas, la apertura al misterio de las voces. “En el universo de Mallarmé —resumió con fortuna Albert Béguin—, la nostalgia de la pureza, de la inocencia, se traduce en imágenes reveladoras. Todo color tiende a desaparecer en el blanco, todo objeto a resolverse en la ausencia de objeto, toda palabra a recaer en el silencio”.

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