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Con el alma en pie

"Marotismo" y presupuestos

Javier Maroto es un político del PP, otrora vasco y hoy segoviano por esas cosas de encontrar hueco al precio que fuese en unas Cortes que pusieron...

Publicado: 16/11/2020 ·
10:14
· Actualizado: 16/11/2020 · 10:14
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  • El portavoz del Grupo Popular en el Senado, Javier Maroto. -
Autor

Ana Tudela

Ana Tudela se declara una mujer liberal en la trinchera social y política desde muy, muy joven

Con el alma en pie

Este espacio es una mirada femenina y crítica a lo que sucede en la capital y a vida municipal

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Javier Maroto es un político del PP, otrora vasco y hoy segoviano por esas cosas de encontrar hueco al precio que fuese en unas Cortes que pusieron caro el precio del escaño a la derecha vasca. Maroto es ese señor que protagoniza un vídeo viral, en el que, siendo alcalde de Vitoria, se jactaba de pactar con Bildu las veces que hiciese falta, por tal de buscar el beneficio de sus vecinos. Buena cosa, sin duda, porque con esa irreprochable actitud democrática, no solo podía mejorar su ciudad, sino que favorecía, la pretendida convivencia y normalización política en Euskadi, donde muchas fuerzas democráticas, también la suya, hicieron posible acabar con ETA, y crear un espacio en el que todas las ideas tuviesen acomodo en una democracia capaz de acogerlas. Demasiado esfuerzo, para ahora servirse del terror pasado antes que de la paz conquistada.

Hoy Maroto es portavoz popular en el Senado, y las pasa canutas cada vez que le toca enlazar lo que fue una irreprochable actitud como munícipe, con la estrategia de un PP que prefiere hacer de los también irreprochables apoyos de Bildu a algunas propuestas del Gobierno, el más furibundo de sus argumentos contra, por ejemplo, los Presupuestos más necesarios que este país haya tenido nunca.

El arco parlamentario en España es fruto de la realidad de un país plural, que sin embargo a veces no acepta su pluralidad. Por cierto, y fruto de los votos, de los votos, demasiados “Marotos”, demócratas hasta el tuétano cuando les viene bien, y capaces de renegar de lo hecho, incluso de lo bien hecho, cuando se intenta ganar votos a costa de dejar fuera de los más elementales derechos democráticos a representantes legítimos de la ciudadanía.

 Lamentablemente, no acabó un proceso de normalización que sigue necesitando muchas mentes como la del siempre añorado Rubalcaba, cuya memoria deberían no atreverse ni rozar aquellos que no dudan en huir de la tolerancia y en tildar de “socios filoterroristas” a quienes, curiosamente, sólo ven en el Parlamento un espacio para acordar, y no una oportunidad para la intransigencia y el sectarismo. Algo que debería hacerse mirar algún que otro progresista-populista, capaz de tratar el sentido democrático de la izquierda nacionalista vasca como un “fracaso de la democracia”, olvidando que fue una gran victoria de la democracia acabar con ETA y con la terrible opción de las armas.

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