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Lunes 11/11/2024
 

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Empresarios, jefes y líderes

"Algunos jefes pretenden incrementar su insignificancia, o esconder sus complejos, empeñándose en lograr resultados a base de sutiles intimidaciones..."

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En cualquier organización social humana el éxito depende de que sus gobernantes sepan distinguir lo que es un "directivo" o "director", de lo que es un "jefe" ó "lider". El "director" o "directivo" es aquella persona que tiene como misión encomendada lograr que quienes dependen de él hagan "lo que tienen que hacer".
Esta es la clave del éxito de una empresa: que cada cual cumpla con su obligación independientemente de que tenga o no que rendir cuentas. Un lider es una persona que consigue que quienes dependen de él quieran hacer lo que tienen que hacer. Un buen líder es capaz de inspirar y asociar a otros con un sueño desde primera hora de la mañana. El jefe es esa persona que cuando te llama por teléfono te arruina el día. Líder es aquella otra que te alegra ver su nombre en el móvil y al verlo sonríes. Un verdadero lider genera compromiso; un mero director, o jefe, promueve la sumisión. Un directivo es capaz de motivar a su gente; un jefe simplón acaba por desanimar hasta al más entusiasta de los trabajadores.
Algunos jefes pretenden incrementar su insignificancia, o esconder sus complejos, empeñándose en lograr resultados a base de sutiles intimidaciones, y en casos más burdos, con abiertas coacciones. El caso más típico es el de aquel que le marca a sus "subordinados" las retribuciones según objetivos, o, en el caso de los comerciales, las comisiones por ventas. Todos conocemos la angustia vital que tienen muchos comerciales.

A los directivos, jefes y "pseudoempresarios" que actúan así les suele ir bien en el corto plazo, y logran resultados por una razón elemental: en el contexto de la crisis actual, siempre encuentran personas desesperadas o sumisas dispuestas a someterse durante un tiempo a ese sistema. Uno de los riesgos de estos "directivos", "jefes" o "empresarios" es el peligro que tienen de provocar destrozos humanos y psicológicos que muchas veces son irreparables. Entre los malos jefes abundan los acosadores.

Las personas valiosas suelen alejarse de los jefes y directivos mandones que no motivan, que sólo imponen y que no respetan la valía de sus "subordinados". Hay empresarios, a modo de ejemplo, que no saben que el activo más importante que tienen no son los dineros del banco, sino sus comerciales, que suelen ser la carta de presentación y la cara más amable de la empresa. Si no los cuidan es porque en el fondo tampoco valoran su negocio.

Hay un riesgo añadido en ese modo uraño y agresivo de comportarse de algunos "jefes" y que puede llegar a generar un círculo vicioso. Los malos directivos en ocasiones crean escuela e imponen un "estilo de gobierno" tóxico de manera que sus malas formas se perpetúan y las organizaciones se vuelven invivibles.

Todos conocemos empresas u organizaciones que aglutinan talentos durante un tiempo y después los expulsan porque se marchan. También ocurre lo mismo en la administración pública con personas que obtienen una buena plaza y acaban en sus propias empresas privadas (Jueces, inspectores de Hacienda, Abogados del Estado, etc.). La buena gente resiste poco tiempo bajo el yugo de los ineptos.

Hay muchos directivos y jefes en las empresas, pero faltan verdaderos líderes. Un jefe es la persona capaz de influir en la forma de actuar de otras. Y eso es relativamente fácil en las organizaciones jerárquicas donde rige el principio de dependencia en las relaciones humanas y el criterio, fundamento o justificación de la toma de decisiones para imponer conductas a otros es: "esto se hace así porque lo digo yo", que no deja de ser una forma elegante de decir que "aquí mandan mis santos cojones".

Un líder transmite entusiasmo, genera empatía, anima a comprometerse con un proyecto; y todo eso de manera natural, sin imposiciones arbitrarias ni acudir al "es que yo soy", ó "es que yo decido". A los malos jefes se les acaba rechazando. Los líderes convocan, unen, animan, entusiasman, motivan, resuelven los problemas, generan confianza y dan sentido al trabajo en equipo en cualquier organización.

Para ser "jefe" o "directivo", cualquiera vale. Los hay de todos los pelajes y en todos los estamentos: civiles, políticos, económicos y eclesiásticos. La tolerancia nos hace soportarlos a diario. Los verdaderos líderes, además de poseer excelentes cualidades, suelen ser expertos en humanidad.
garcia-berbel@icam.es

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