Con los últimos rayos de sol de la tarde del Lunes Santo, el Señor de San Francisco evocó una primavera más su tercera y definitiva caída camino del Calvario. Casi un centenar de hombres y mujeres de rigurosa penitencia acompañaron a Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y María Santísima de la Amargura en su estación penitencial.
El cortejo partió a las siete de la tarde con sus distintos trayectos perfectamente ordenados, como es seña de identidad de la cofradía, con un silencio escrupuloso solo roto por las miles de personas que se acercaron hasta la parroquia de San Francisco.
Su estreno más destacado ha sido la crestería del paso del Señor, que ha dejado de ser de madera para convertirse en un exorno más de orfebrería de plata, en la línea del patrimonio cada vez más valioso que atesora la hermandad. Así, el paso del ‘Caío’ mostró un aspecto inédito, unido a los bellos exornos florales a base de rosas. Nuestro Padre lució túnica morada, un tono muy nazareno para una tarde de duelo. Su madre apareció radiante en su palio, luciendo un bello traje verde bordado y mantón igualmente morado. Las rosas blancas embellecieron aún más la escena junto a su impresionante candelería.
Al ritmo marcado por los experimentados capataces de ambos pasos y por la música de la banda de cornetas y tambores de la hermandad, y de la Asociación Filarmónica Banda de Nuestra Señora de Palomares, la severa cofradía protagonizó una espectacular salida, para adentrarse en el casco antiguo y, antes, desfilar por las calles más señeras del barrio de San Francisco, donde los devotos de la hermandad se cuentan con centenares. El casco antiguo tampoco se quedó atrás en afluencia de público, con vecinos y visitantes que abarrotaron el conjunto histórico para presenciar la dramática y, al tiempo, costumbrista estampa.