Llegó la
Cuaresma y de manera literal se nos hará polvo el corazón cuando imponiéndonos la ceniza, el sacerdote nos diga aquello de
“recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”.
Mala semana para recordárnoslo. Y es que la antesala del
anhelado regreso de nuestra Semana Santa, se enturbió en las vísperas de este miércoles de ceniza, cuando supimos que nuestro querido
Juan Manzorro partía hacia el palco del cielo, tan joven, tan bueno y tan buen profesional.
Cuánto dolor has dejado en nuestros corazones, querido Juan. Cuantas lagrimas brotarán el próximo
Domingo de Ramos cuando -por más que busquemos-, no te encontremos entre el bullicio de San José con tu traje de estreno, el olivo en la solapa y tu eterno micrófono sostenido entre las manos.
Solo los que amamos a nuestras benditas hermandades en la misma medida que a esta profesión de nuestros amores, sabemos que de ahora en adelante
ya nada volverá a ser lo mismo. Y no digo que el mundo se pare, porque nadie es imprescindible sobre la faz de la tierra y todo seguirá con aparente normalidad como desde tiempo inmemorial. Pero… ¡Pardiez! No estarás tú como lo estuviste durante más de treinta años sin fallarnos a nadie: ni a las cofradías, ni a los sacerdotes, ni a los compañeros de profesión,
ni a esos oyentes que conocieron nuestra Semana Santa a miles de kilómetros de la tacita de plata.
¿Sabes? En realidad, te dedico este artículo porque
mamá Manuela me lo ha pedido cien veces desde que el pasado sábado nos dejaras.
A decir verdad yo no tengo nada que decirte que no te hubiera dicho antes en
nuestros ratitos de tertulia, en nuestras retransmisiones de radio o a través de los miles de whatsapp que intercambiamos cuando tu voz ya se apagaba y el “resfriadito” te vencía.
Pero entre los millones de consejos que me diste a lo largo de
nuestra amistad, siempre estuvo el de honrar a nuestras madres y de ahí mi artículo de hoy convertido en carta. Y hablando de carta, dice tu amigo (el obispo Rafael Zornoza) en su carta pastoral de este miércoles de ceniza, que esta
Cuaresma tiene que llegar al corazón.
Nos invita a la conversión y a la misericordia para llegar a la Pascua plenamente reconvertidos.
Nos habla de humildad, de austeridad, de amor al prójimo… Espero no rozar la herejía pero, francamente, parece pedirnos que lleguemos a la pascua siendo todos un poco como eras tú.
Fiel, alegre, templado y bondadoso.
No, no puede ser sacrilegio lo que digo porque Zornoza y hasta el mismísimo Dios -que ya te tiene a su vera-,
saben que tu modo de vida siempre fue un ejemplo a seguir. Querido Juan, esta es la última carta que te escribo con lágrimas en los ojos. Lo prometo. Porque aunque este año –ciertamente- todo será más triste y difícil, ten por seguro que haré por vivir cada momento como Cristo lo hizo en el desierto, como nos reclama el obispo en su carta pastoral y como tú lo vivías
con tu sonrisa siempre eterna, repleta de alegría y embargada de esperanza. Amén.