El fenómeno fan ha llevado a algunos grupos de los esperados a agradecer a sus seguidores su acogida, desgranando, a la salida del Falla, parte del repertorio que acaban de interpretar. Es el momento de las fotos con los ídolos.

Estaba bien pensado si con ello se pretende además acercar en vivo las coplas a quienes no han podido acceder al teatro. Pero desde el momento en que esa segunda actuación genera un efecto llamada para él público que está dentro, contribuye a deslucir el pase de la siguiente agrupación.

Si dos cosas quiere cualquier participante es que la actuación le salga como la ha ensayado y que el teatro esté receptivo. Que al salir a escena no vea más color burdeos que el del telón y no el de las butacas vacías, que esas ni escuchan ni aplauden. 

Por eso bravo por el Bizcocho, que el pasado viernes esperó a que la función acabara para salir al baño de masas. Está claro que es su sana voluntad, pero sería deseable que el ejemplo cundiera, sobre todo si te toca quinta en una función de seis. 

De lo contrario habría que ir a golpe de reglamento, y poner a los cabezas de serie siempre en esa posición y sancionar al que salga fuera. Más reglas más penas, menos libertad. Ojalá que nunca hubiera que crear esa obligación, y salga siempre de la empatía y la solidaridad de unos con otros.

Y ustedes dirán. ¿Y los coros, que cantan los primeros? No preocuparos por ellos, que entre la gente que llega tarde para saltárselos y los familiares que salen, se compensa y gana la segunda.