El mayor condenado de la sentencia de los ERE no está a la vista, no aparece reflejado en el sumario con su nombre, pero es el más culpable de todos: el modelo de gestión socialista. Los diecinueve condenados figuran en la sentencia por los cargos que ocuparon en el Gobierno socialista andaluz y representan una época, diez años de prevaricación y malversación que tenía como fin pagar favores a los suyos, alimentar la enorme red clientelar de los socialistas. A cambio sólo trajo a nuestra tierra retraso y desigualdades, éramos los últimos de España. Así que por mucho que se empeñen ahora los dirigentes del PSOE en intentar desvincularse de la sentencia, como el señor Ábalos o como Susana Díaz, repitiendo que no se sentencia al PSOE; por mucho que lo repitan, no se saldrán con la suya porque la condena es a 19 personas y, por encima de ellos, a un modelo de gestión que considera que todo vale, que no existen reglas, ni normas, ni cortapisas legales para beneficiar a los afines e ignorar a todos los demás, que somos los andaluces. Lo que no se da cuenta es, que aquí, en Andalucía, el Partido Socialista consiguió precisamente eso, confundir las siglas del PSOE con las de la Junta de Andalucía. Hoy constatamos su partidista y clientelar forma de gobernar, nos podemos explicar mejor los casi 40 años que se mantuvieron en el poder a pesar de los nefastos indicadores económicos o sociales.
Ahora que, por fin, se ha conseguido un cambio de Gobierno en Andalucía; ahora que el diálogo, el consenso y el bien común de todos los andaluces son los objetivos de la nueva Junta de Andalucía, empiezan numerosas voces a contar lo que hasta hace unos meses solo hacíamos unos pocos. ¿Pero cuál es la clave de poder montar una trama como la que ha sentenciado la llamada ‘pieza política’ de los ERE? El ‘juego sucio’ para no perder el poder, elección tras elección, aunque siempre estuviéramos a la cola de Europa y sirviéramos para la burla y la mofa en cualquier serie de televisión. He de reconocer que militar en el Partido Popular en Andalucía, se volvía en muchas ocasiones frustrante, como cuando Javier Arenas ganó las elecciones, con el escándalo de la administración paralela, y las raíces del árbol genealógico de la familia socialista arraigado en consejerías y agencias publicas. Miles de colocaciones que también se saltaron, como el dinero desviado de los EREs, de cualquier sistema transparente y justo.
Además de las penas a cada uno de los diecinueve condenados, lo fundamental para los andaluces son los 680 millones de euros de oportunidades perdidas para progresar, dinero de todos porque el dinero público, que es dinero de todos, por mucho que la vicepresidenta Carmen Calvo, que también estuvo en los gobiernos de los ERE, diga que ese dinero no es de nadie.
Y dicen que el dinero no se robó, ni se perdió, que ni siquiera hay necesidad de devolución. Les voy a decir dónde no está el dinero: no está en las empresas que pidieron ayuda, y se les negó, para crear empleo y riqueza; no está en los emprendedores a los que se les negó el apoyo para sus proyectos; no está en las inversiones en bienes de equipo que hubieran servido para mejorar y exportar nuestra tecnología y no está en las infraestructuras que se reclaman desde hace años por nuestros agricultores, que son pioneros en Europa por la agricultura extra temprana de Andalucía, para que puedan llevar su producto al resto del mundo. Por eso desde el nuevo gobierno de la Junta de Andalucía ya se ha anunciado que se peleará por recuperar el dinero defraudado a los andaluces.
Este no ha sido ni el primer ni el último escandalo del Partido Socialista en nuestra tierra (quedan varias piezas de los EREs, el escándalo de los cursos de formación, la compra de votos en Huévar…) Esta sentencia no juzga a los andaluces, no juzga a la Junta de Andalucía, juzga a los líderes del Partido Socialista. El tiempo pone a cada uno en su sitio y ahora, después de repasar las consecuencias que ha tenido para Andalucía la gestión socialista, es cuando me acuerdo de aquel día en el que Pedro Sánchez, que no quiere hablar de la sentencia de los ERE porque sabe que su modelo es el mismo, dijo a Mariano Rajoy: “usted no es decente”. Fue un insulto despreciable, miserable, en un debate político, y por eso no lo repetiré. Pero sí se me permitirá que hoy le responda que lo que no es decente es robarle a un pueblo sus oportunidades de progreso destinando el dinero público a favorecer a los amigos y a familiares y a sus rehenes votantes.
