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La verdad os hará liebres

Presupuestos, amnesia y amnistía

Esta semana se han presentado los presupuestos de la Junta de Andalucía

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  • Parlamento de Andalucía. -

Esta semana se han presentado los presupuestos de la Junta de Andalucía, en los que parece que la provincia de Jaén no sale muy bien parada. Nos dicen que la inversión por habitante es superior a la media de la comunidad, pero resulta claro que esas proporciones son insuficientes para comenzar a   ir compensando (el camino sería muy largo) tantas décadas de arrimarse sólo a «los buenos», que son las compañías o territorios más populosos y los más rentables cada cuatro años, porque tienen más papeletas que llevar a la urna. Nuestros políticos andaluces, según aseveran algunos de ellos, están enamorados de Jaén, pero son tan modernos que no quieren una relación seria, sino un rollete de una noche ―o de un mitin― , y como mucho están dispuestos a invitar a su presunta amada a un par de copas, hasta que se les olvide. Nada de boda ni hipotecas.

«No hay plazo que no llegue / ni deuda que no se pague. ¿Mientras el mundo viva / no es justo que diga nadie: / ¡Cuán largo me lo fiais! / siendo tan breve el cobrarse?». Esto, como seguramente sepas, paciente lector, se atribuye a Tirso de Molina; la guasa es que pertenece a El burlador de Sevilla, y ese título aquí ya nos suena a chanza, tan acostumbrados como estamos a la zumba de San Telmo. No es esta obra la de Zorrilla, pero también aborda el mito de Don Juan, tan propio de estas recientes fiestas fúnebres, consumadas en los presupuestos. Víctor Hugo decía que el amor es un ardiente olvido de todo, lo que confirmaría la obsesión enamoradiza de nuestros políticos, autovía a Córdoba incluida.

De la amnesia sureña a la amnistía catalana. Pedro Sánchez está absolutamente dispuesto a perpetrar un atropello a la Democracia y al Derecho. Y también está decidido a que creamos que su objetivo último no es el sillón presidencial, sino garantizar la convivencia entre españoles. Maquiavelo a su lado parece una monjita de San Clemente. Arturo Pérez-Reverte ha afirmado en alguna ocasión que el sujeto le fascina como personaje de novela, por su falta de escrúpulos y su capacidad de sobreponerse a las adversidades de la batalla política, pero que no le gustaría ni un pelo que pudiera ser el hipotético novio de su hija. Parece razonable.

Con tal de aferrarse al poder, el presidente está persuadido de que hay que darles más a los que más tienen, mentir compulsivamente sin componer una mueca de disimulo e incinerar definitivamente a Montesquieu.

Como sabía la madre de Lázaro de Tormes, «arrimarse a los buenos» siempre ha sido lo más rentable.

 

 

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