Quienes nos reconocemos adictos a la lectura, en cuanto oímos la canción, le robamos el mes de abril a Sabina para cambiar la nostalgia y el tiempo perdido en aquella
posada del fracaso por la aventura ilusionante de abrir un libro. Y no somos capaces de separarlos desde entonces.
Por los vericuetos de la memoria dormita el momento sin fecha en que las páginas se engancharon a las conocidas corcheas, un momento recordado, quizás,por nuestros mayores y que tanto nos confortaría personalmente en cuanto marzo empieza a marcharse.
No importa el frío que va calentándose, ni el viento desatado, ni los aguajes del cambio de estación. Lo interesante es el propio abril, soportando las rabietas caprichosas de la primavera, verlo despejando el cielo, coloreando flores, goteando al resbalar por los cristales, susurrando mientras el libro nos abre los ojos.
Llegó sin páginas, con una voz dulce que se dormía cada noche en el embozo de la sábana. Luego, esta voz salió del primer libro de cuentos y al retornar a él lo hizo durante el silencio de nuestra lectura individual, oyendo tantas charlas como personajes desfilabanpor una historia. Un momento que existe y, sin embargo, no se conoce, como cuando no sabíamos leer y el dedo índice nos contaba las historietas del tebeo. Sería precioso revivirlo, ser conscientes del trazo de esa línea del conocimiento que no deja de alargarse mientras tenemos vida.
Abril es la cinta que une los libros, que se deshace para regalarlos junto a una rosa roja como símbolo de este amor incondicional, fiel y vitalicio. Un mes recordado por el dragón sin alas que vive en una cueva, solo, enfadado por aburrimiento hasta que llega una princesa y comienza a contarle historias. Con la palabra lo ha vencido antes de la llegada del príncipe en su caballo blanco. Una historia con tantas interpretaciones como lectores, una leyenda medieval que recoge Jacobo de la Vorágine en su
Leyenda Dorada, una de las primeras apariciones de este particular triángulo, cuyos puntos de unión son el amor de la amistad, el de la admiracióny el de las palabras.
Dentro de una semana lo festejamos por almanaque, tradicionalmente. Sin embargo, la octava de su onomástica se alarga a veintiún días, porque todo el mes disfrutamos de la fiesta de los libros, aunque los adictos a la lectura la celebremos a diario.
Merece la pena reincidir, seguir robándole el mes de abril a Sabina, sacarlo del cajón para que brille mientras la luz colorea o la lluvia murmulla.