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Miércoles 13/11/2024
 
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Lo que queda del día

La maldición de Juncker

“Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”. La frase resume lo que le ha pasado al PP en muchos ayuntamientos y lo que le puede pasar en las próximas elecciones generales

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Al ministro de Asuntos Exteriores,  José Manuel García-Margallo, le preguntaban el otro día si tenía explicación lo que le estaba pasando al PP en Cataluña, y recurrió a la teoría de lo que ya se conoce como “la maldición de Juncker”, en referencia a una frase pronunciada por el actual presidente de la Comisión Europea poco antes de ser elegido: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”. Juncker es célebre asimismo por otras frases menos afortunadas o exageradamente sinceras -“cuando las cosas se ponen serias tienes que mentir”, llegó a decir sobre la labor política-, pero se ve que fue la de su maldición la que mejor se presta ahora de coartada; la otra nos la reservamos para cualquier y constante ocasión: no será por falta de oportunidades.

La verdad es que el ministro, más que una cita, pareció traducir un trabalenguas a la hora de explicar la literalidad de la “maldición”, pero lo relevante es que la misma no sirve para reflejar exclusivamente lo que le pasa al PP en Cataluña, sino lo que le ha pasado en las autonomías, lo que le ha pasado en muchos ayuntamientos y lo que le puede pasar en las próximas elecciones generales: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”. Al menos, sí saben, y reconocen, de lo que están hablando.

Es más, la frase resume a la perfección lo ocurrido al PP en Jerez. El partido-gobierno -ya sabemos que actúa como uno solo cuando llega al poder, y eso es algo que no pueden decir lo demás abiertamente- fue plenamente consciente de saber hacer lo que tenía que hacer desde que llegó a la Alcaldía en junio de 2011. Incluso estaba convencido de saber lo que había que hacer para ser reelegido. En circunstancias normales lo habría conseguido, pero no lo eran, y aún así se quedó a un puñado de votos de poder formar coalición de gobierno o gobernar en solitario.

El escenario, de hecho, es bastante perverso, peor que la sensación de perder una final en el descuento o ahogarte en la orilla tras una larga travesía a nado: has ganado las elecciones, eres el partido mayoritario, estás obligado a hacerlo patente, a marcar la agenda política, a sentirte diana diaria frente al resto de adversarios, a responder y proponer, a sentirte protagonista, casi como si estuvieras en el gobierno, pero a sabiendas, aunque no quieras llegar a creértelo, de que no lo vas a estar y de que te toca una dura travesía de cuatro años en la oposición, con traiciones y despechos de por medio, de que el PSOE, con o sin apoyos en el futuro, asistiendo o no a actos públicos, aguantará lo necesario para agotar su mandato, y reza para que Pedro Sánchez no sea el próximo presidente del Gobierno si es que Rajoy tampoco llega a saber cómo ser reelegido después de hacer lo que sabía que tenía que hacer, y aunque eso tampoco tenga por qué coincidir con lo que los ciudadanos pensamos que tenía que hacer.

Hay ocasiones, incluso, en las que el PP parece encontrarse aún en la fase de aceptación del duelo, como si le costara adaptarse a la nueva realidad, pero tampoco creo que se deba sólo a la adversidad propia o a la (ahora desvirtuada) composición de lugar que se había fabricado a su medida -un gobierno de ocho años era el objetivo-, sino a cuanto le rodea, empezando por la sensación de vacío de poder que se ha prolongado durante varias semanas y pasando por estampas como la vivida este viernes en la misa flamenca de Santiago.

Por ahora, tal vez lo traduzcan en victorias morales o en inyecciones de ánimo para sus militantes o su electorado, pero se trata de un efecto transitorio que en todo caso ayudará a preparar el camino a las elecciones generales, en las que, nuevamente, se harán interpretaciones de ámbito local. El PP querrá reivindicarse, pero Mamen Sánchez también -con nombre propio-, consciente de que una victoria en Jerez servirá de refrendo a su gestión hasta la fecha y reforzará su influencia a nivel interno del partido de cara a la futura renovación de una ejecutiva local más próxima a ella.

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