Los últimos vestigios de ese pasado marítimo de Jerez han aparecido estos últimos meses en Estancia Barrera gracias a la construcción de una promoción de viviendas protegidas, en lo que fue la orilla de las playas en las que supuestamente se bañaron nuestros antepasados. Los hallazgos han sido aprovechados por los hermanos García Lázaro -en su blog entornoajerez.blogspot.com- para hacer memoria sobre ese pasado.
Así, por ejemplo, se recuerda que el historiador Bartolomé Gutiérrez ya se ocupó de ahondar en la tesis que defiende la existencia de playas en la ciudad. En su Historia del estado presente y antiguo, de la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, ya hacía numerosas e interesantes observaciones geográficas acerca de la cuestión. Cuando menos, daba por hecho la existencia de un brazo de las marismas en conexión directa con los estuarios del Guadalquivir y el Guadalete.
Cuando Bartolomé Gutiérrez termina de escribir su obra, en 1787, la geología no existe todavía como ciencia y la estratigrafía o la paleontología están dando sus primeros pasos. Los hermanos García Lázaro entiende que no es de extrañar por tanto que las observaciones geográficas y fisiográficas del historiador busquen apoyo en la autoridad de textos clásicos de Estrabón, Ptolomeo o Pomponio, entre otros.
El relato de bartolomé gutiérrez
Sin embargo, a diferencia de otros historiadores locales que le precedieron, Bartolomé Gutiérrez apunta también hipótesis y conjeturas que fundamenta en datos que extrae de la observación directa. En el relato de un corto paseo por el “camino alto de las Puertas del Sol”, en los bordes de La Hoyanca, o por el camino “que conduce a la huerta de Geraldino”, puede leerse lo siguiente:
“Demás envejesida memoria consideramos el arroyo que oy tiene elnombre de Guadaxavaque, conservando en el idioma arábigo la denominación de Rio que, aunque este corre ahora por lomas bajo de las Playas y cercano á las marismas de torroy, en aquellos siglos venía circundando la vecindad de los muros y rodeaba el circuito por la ensenada que ay sobre la hoyanca de San Telmo, sobre el cerro del fruto, de que son buenos testimonios en lo presente, los infinitos rastros de conchas marinas, de ostras, caracoles de mar, almejas, ostiones y otros desperdicios que, vaciados de comidas, desarmados de su fábrica y amontonados sobre aquellos cerros, hazen gran cantidad de su elevación y componen profuso espacio de paredes, solo mazisadas de estos fragmentos que son propios de costas de mar ó rios de semejante pezca”.
El historiador se sorprende de que, a pesar de que esos restos no pasen desapercibidos al paseante, nadie repare en su origen. “Venlos todos mas no todos reparan en ellos para reconocer su orígen”, expone.
Y a continuación, prosigue con su relato: “En el camino alto de las puertas del Sol se hallan muchos (de los restos) bien debajo de la superficie de su elevación y mui profundos y continuos con sucesión quasi interminable, en los derrumbios que hazen los desagues del camino de la huerta llamada de Geraldino, donde la curiosidad puede ejercitar la admiración contemplándo la abundancia y su motivo”.
El historiador hace por tanto referencia a esa primera línea de playa que hoy podrían constituir los cortados de La Hoyanca de San Telmo, Cerrofruto y las faldas del camino de Geraldino. Los hermanos García Lázaro han vuelto a recorrer ese camino aprovechando precisamente las obras que se ejecutan en el “camino alto de las Puertas del Sol”, que no es sino el terreno ahora conocido con el nombre de Estancia Barrera.
También han tenido ocasión de pasear por el camino de las Huertas de Geraldino (Hijuela de Pinosolete) y bajado por uno de los “desagues” que menciona Bartolomé Gutierrez, buscando entre sus “derrumbios” los restos de moluscos marinos que citaba el historiador. Y, varios siglos después, aún es posible encontrarlos.
El subsuelo sigue ‘hablando’
Por la zona trasera de lo que hasta no hace mucho tiempo fue Talleres Ramos -hoy se construye el residencial Los Olivos-, puede descenderse hasta las proximidades de las vías del ferrocarril y allí, o en cualquiera de los cortados existentes en Vallesequillo o Estancia Barrera, pueden observarse en los estratos de arenas gran cantidad de restos de moluscos marinos.
Los hermanos García Lázaro concluyen que estos materiales fueron depositados durante la transgresión marina que tuvo lugar durante el Plioceno, en la que el mar llegó a los pies de Jerez, penetrando también por los Llanos de Caulina. Se trata de los mismos moluscos que, de una u otra forma, mencionara el historiador en el siglo XVIII.
Siguen estando en el mismo lugar, aunque como sucedía entonces “venlos todos mas no todos reparan en ellos para reconocer su orígen”.
En esta ocasión, los investigadores se han detenido en este lugar para observar estos restos de conchas marinas. Basta sólo con recoger algunas muestras para comprobar la existencia de conchas bivalvas pertenecientes a moluscos marinos (Pecten, Cardium, Ostrea, Pectunculus...) que recuerdan a pequeñas vieiras, ostiones, lapas, ostras o almejas. Siguen estando allí, en el mismo lugar por el que paseó Bartolomé Gutiérrez hace ya más de doscientos años, expuestas a la curiosidad de cualquier observador.
A nadie debe extrañar, por tanto, que la ciudad mantenga desde tiempo inmemorial una devoción a la Virgen del Carmen -patrona de la gente de la mar- impropia de una zona interior. Tampoco que fuera el gremio de barqueros el que constituyera la Hermandad del Cristo de la Expiración en los albores del siglo XV. Y mucho menos que estos hombres de la mar levantaran su capilla ante La Hoyanca de San Telmo, a modo de faro y lugar en el que cobijarse tras una dura jornada de trabajo en las aguas del Atlántico.